Punto de Fisión

Los niños con los niños

 

No estamos muy seguros del orden correcto para denominar al artista anteriormente conocido como ministro de Educación, Cultura y Deportes, es muy probable que haya que invertir la tríada, aunque para entendernos lo más fácil sería llamarlo, en vez de Wert, Tupperwert. Pues bien, en una entrevista concedida a la revista Vanity Fair, el ministro Tupperwert tachó el sistema educativo español de mediocre, una calificación que evidentemente no lo deja satisfecho, ni mucho menos. Después de leer la entrevista completa, de evaluar sus esfuerzos y de ver las cuidadosas medidas tomadas, está muy claro que el ministro no descansará hasta que la educación en España vuelva al esplendor del Siglo de Oro e incluso al Prerrománico, si es posible.

Como todavía hay chavales que no ven Telecinco y algunos incluso hasta se atreven a hojear de cuando en cuando un libro, desde el gobierno se está haciendo todo lo posible para forjar una generación de analfabetos adiestrada en los más sólidos y firmes principios de la Reconquista. En una atrevida y excitante ampliación del concepto de libertad, se ofrecerá a los padres la libertad de discriminar a sus hijos por sexos (los niños con los niños, las niñas con las niñas) y más adelante también se ofrecerá la posibilidad de discriminarlos por razas (los moros con los moros, los chinos con los chinos). No hablamos de la libertad de segregación por motivos religiosos ya que uno de los grandes triunfos de este gobierno medieval ha sido subvencionar los colegios privados católicos con cheques en blanco al tiempo que se mantienen las escuelas públicas como una alternativa donde los padres insensatos puedan arrojar a sus pobres vástagos ateos para que se rebocen en la sodomía y la drogadicción en lodazales acondicionados al efecto.

A tono con tales innovaciones pedagógicas ha vuelto el tupper, o sea la fiambrera de toda la vida, que es una pieza instalada en el imaginario popular español desde tiempos inmemoriales, desde que Hernán Cortés marchara a las Indias con una fiambrera de jamón cacereño hasta que los curritos de la posguerra iban a levantar España con el almuerzo bajo el brazo. La fiambrera es un ánfora para pobres, sí, pero también un arma cargada de futuro, la única que ha logrado hacer mella en la fisonomía blindada de Esperanza Aguirre, inmune a atentados y accidentes. Fue un golpe de fiambrera lo que la hizo tambalearse definitivamente: con Berlusconi fue necesaria una réplica del Duomo, algo más cultural y contundente. Al ministro no paran de freírlo a preguntas sobre el tupper no sólo porque el artefacto hace juego con su gestión y con su apellido, sino porque el hombre tampoco da para más. No van a preguntarle sobre viajes a Marte o sobre la hélice del ADN cuando la asignatura esencial durante las próximas décadas va a ser el hambre.

 

 

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