Punto de Fisión

La jodienda

Hace unos días leí las declaraciones de una de esas manifestantes que protestaba contra el desmantelamiento del Hospital de la Princesa y sufrí un desliz lingüístico revelador. "El PP nos ha fallado" decía la mujer, pero yo, en un primer momento, leí: "El PP nos ha follado". Errata que mejora sensiblemente el discurso de la pobre mujer porque fallar, lo que se dice fallar, el PP no ha fallado ni una: todos sus torpedos han ido dando en el blanco con precisión indecente. Hospitales, colegios, universidades, laboratorios médicos, prestaciones sociales, ayudas a los desfavorecidos. Un fallo explicaría que el gobierno decidiera deshacerse de estructuras obsoletas y carísimas, aparte de superfluas, pero han decidido conservar el Senado, las Diputaciones Provinciales, el Ministerio de Empleo o las escuderías de limusinas oficiales en lugar de los hospitales públicos. Los blancos han sido elegidos cuidadosamente para que del estado del bienestar no queden ni cenizas.

El castellano es un idioma recio donde la jodienda tiene que ver poco con el placer y mucho con la sumisión de la hembra al capricho del macho dominante. "Que te follen", por ejemplo, debería ser una expresión de buena voluntad, de que las cosas te vayan bien, pero se suele emplear exactamente para lo contrario, lo mismo que "jódete y baila", que es la estructura subyacente, el mensaje subliminal que articula toda esa parafernalia de la austeridad y el sacrificio que nos endilgan virtuosamente nuestros próceres mientras ellos se dedican a fumar puros por la Quinta Avenida y a masacrar elefantes. Esa obscena retórica coital tiene que permanecer oculta, tapada por las ropas y las buenas costumbres, salvo que uno sea Andrea Fabra.

La eminente diputada (he ahí otra palabra que no conviene desmenuzar mucho) va a pasar a la historia por un exabrupto que, debajo de su grosería y su prepotencia apabullantes, revela el mecanismo psicológico del partido en el poder: la sexualidad vista como una cosa fea, una indecencia y un privilegio de las clases altas. De ahí también que no puedan soportar las variantes inofensivas de la jodienda, no digamos ya las que atentan directamente contra las grandes potestades al equiparar peras con manzanas, por emplear el lenguaje de otra lumbrera de la política. Por eso matrimonio, para esa gente, nunca será un concepto legal sino un derecho de casta bendecido por la filología, aunque, si hay que ser consecuentes, matrimonio es un híbrido latino de mater y munio que significa "mantenimiento de la madre", con lo cual habría que anular automáticamente todos esos sacrosantos contratos donde no hubiera hijos de por medio o donde la esposa trabaje y pueda sostenerse a sí misma.

Cuando Fernández Díaz, ministro de Interior (qué cargo tan freudiano), declara que los jueces pueden decir misa, que para él matrimonio siempre será la unión entre un hombre y una mujer, no sólo está delimitando una vez más las viejas líneas de discriminación (entre homos y heteros, entre blancos y negros, entre ricos y pobres) sino trazando exactamente el territorio donde se puede joder libremente: dentro del armario. Fuera de él, únicamente el poder puede dar por culo.

 

Más Noticias