Punto de Fisión

Un año de Dolores

Resulta cuando menos curioso que buena parte de los gerifaltes del PP gasten una nomenclatura que, a falta de algo mejor, ya vale por sí sola como programa político y declaración de intenciones. Fue Carl Gustav Jüng quien estudió este fenómeno al que denominó "compulsión del nombre" y que, más allá de la anécdota, consiste en una misteriosa coincidencia onomástica que dirige la carga psíquica del sujeto. Jüng ponía como ejemplo al fundador y a los dos principales herejes de la escuela psicoanalítica: Freud, que con la ayuda de una pequeña e significa "alegría", defiende el principio del placer; Adler, que significa "águila", defiende la voluntad de poder; Jüng, que sin diéresis significa "joven", defiende la idea de renacimiento.

A Jüng le hubiera encantado saber que la ministra que está defenestrando la Sanidad Pública en España se apellida Mato, del verbo matar, y que el señor que está desmantelando lo que queda de la economía española se apellida Guindos, del verbo guindar. Los nombres de los sujetos y sujetas no suelen ser menos suculentos que los apellidos: ahí está por ejemplo, Soraya, que no necesita mayor elucidación, o Mariano, va de la oceanografía a la escatología, lo mismo que el ánimo de sus votantes, que empezó por el prefijo y ha acabado en el sufijo.

Con todo, el nombre más evocador para mí es el de Dolores, y no sólo porque sea el nombre de mi madre, que nada tiene que ver con esta señora, sino porque aliado con Cospedal augura perfectamente la que nos espera. Es un nombre cristiano a más no poder, como Martirio o Angustias, evocador de cruces y clavos, de agonías a cámara lenta, de paños ensangrentados y torturas sin anestesia. También es una frase que se oye mucho en la antesala de los ambulatorios, entre esos abueletes a los que empieza a fallarles la pensión: "¿A ti te duele la próstata?" "A mí me duele la Cospedal en toda el alma".

Dolores de Cospedal, no de riñones ni de cabeza, es lo que siente uno al repasar los cuatro sueldazos de esta señora, esos ciento cincuenta mil euros y pico que le caen llovidos del cielo todos los meses sólo con calzarse una mantilla mientras va por ahí predicando austeridad como una sacerdotisa en Miami. Eso por no hablar de su marido, que es otro de esos afortunados nacidos en la gracia burocrática, la bendita burogracia de este país nuestro donde quién no nace consejero delegado o gobernador o asesor de Bankia, no es nadie y mejor que no nazca.

Tiene razón Rouco Varela, ese gran campeón del peso vaticano, cuando dice que este mundo no puede existir sin la familia cristiana, católica y apostólica. Le quitas a España el lastre de las grandes familias cristianas del PP y subimos derechos al cielo.

 

 

 

 

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