Punto de Fisión

El kilo de Botella

"El kilo de político está muy barato" ha dicho Ana Botella entre risita y risita en referencia a la tragedia del Madrid Arena. El kilo de niña muerta más barato todavía, las niñas muertas están por los suelos. Cinco cadáveres adolescentes que no costaron ni una dimisión, ni un tirón de orejas, ni medio. A muerto pasado se marchó el concejal Villanueva, pero ya en tiempo de descuento y como si la cosa no fuera con él. Aunque sólo por no remover más el dolor y el luto de los padres y ya que ha salido airosa de una catástrofe que en cualquier país decente le habría valido el cargo, al menos la señora Botella podría tener el detalle de callarse.

Pero ya que se ha puesto a recordar, recordemos entonces que aquel antro no cumplía las mínimas normas de seguridad, que se vendieron el doble o el triple de entradas permitidas y que contaba con una asistencia médica más o menos similar a la de ciertas poblaciones de Castilla La Mancha, donde si te da un infarto, lo mejor que puedes hacer es rezarle a una foto de Cospedal. Hay que recordar también cómo ese mismo fin de semana, todavía con los cuerpos calientes, la señora Botella se marchó con su marido a un Spa de Portugal. Lo hizo, según explicó sin despeinarse, porque tenía el viaje programado desde hacía tiempo. No lo iba a desprogramar sólo porque a unas niñas les había dado por morirse asfixiadas y trituradas en un pasillo que degeneró en picadora de carne.

Aforo sobrepasado, tickets falsos, seguridad cero, un fiestorro reconvertido en cementerio y la culpa, sí, del chachachá. Todo fue, en efecto, un cúmulo de circunstancias desafortunadas en la cúspide de las cuales se encontraba, por puro azar, la señora Botella. Por puro azar, claro, porque poco antes el alcalde electo, alias Gallardón, tenía cosas mejores que hacer y le pasó a la señora Botella el bastón de mando como el que pasa la gripe. En fin, mala suerte. La señora Botella nos acaba de recordar cómo ella dio la cara, aunque desde tan lejos que parecía que daba la espalda. Pocas veces un Spa portugués ha albergado tanta preocupación, con una alcaldesa de rebote dando la cara día y noche mientras su señor marido se deslomaba a abdominales en penitencia. A su regreso la señora Botella acudió al tanatorio y felicitó a su equipo por lo bien que habían capeado el temporal en su ausencia. La comisión de investigación que se formó a renglón seguido no podía haber aclarado menos ni aunque la hubiese dirigido un paramecio.

El kilo de político, más que barato, es que está regalado, oiga. La alcaldesa de Madrid venía de promoción por la compra de un ministro y un ex presidente. Por eso no se puede devolver el casco.

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