Punto de Fisión

Muérase, gracias

Ayer un familiar acudió a la sección de Urgencias de la Fundación Jiménez Díaz con síntomas claros de lo que parecía un cólico nefrítico: dolor en los riñones y sangre al orinar. Después de cuatro o cinco horas muy divertidas retorciéndose en la sala de espera, pasó a la consulta, el médico palpó un poco aquí y allá, se rascó el coco y finalmente consideró que tampoco había que darle muchas vueltas. Decretó por ciencia infusa que tenía todas las papeletas de un cólico nefrítico y/o quizá de una posible infección, así que recetó Nolotil a saco y un antibiótico a ojo, diagnóstico que realizó en tres minutos escasos, sin hacerle pasar por rayos X y sin pedir siquiera un análisis de orina para descartar males mayores.

Si tenía una infección, bien, y si no, mejor. Hay otras posibilidades, eso lo sabe de sobra hasta un ignorante cum laude como servidor de ustedes, diplomado en hipocondría por la universidad del temor. Hablando de posibilidades, aquí sólo caben dos. O el tipo que lo atendió era un carnicero con bata que no habría durado once segundos en el equipo de House, o el hombre tenía que atenerse a la directiva de recortes que reservan las pruebas más elementales únicamente para pacientes de caza mayor. Así andan las cosas de la Inseguridad Social en el reino de España, año mariano del Señor de 2013.

No es una anécdota suelta, qué va. Por desgracia, esto es el Nolotil nuestro de cada día. En Castilla-La Mancha la Sanidad está siendo desmantelada al ritmo de un taller de desgüace hasta el punto de que de muchos buenos hospitales no va a quedar ni el nombre. Cospedales los van a llamar. En algunos centros, los servicios de radiología se han externalizado y derivado hacia clínicas privadas, para ahorrar gastos innecesarios, dicen, de manera que lo mejor es que el paciente se traiga de casa su propia radiografía, al carboncillo o a la acuarela, como mejor se le dé. Gracias a Núñez Feijóo, los enfermos de las provincias de Lugo y Orense harían bien en ir alquilando un cuarto en la capital o una parcela en el cementerio, lo que más cerca les pille.

En menos de un año, uno de los mejores servicios sanitarios del mundo va camino de convertirse en un tarot de curanderos digno de la mejor aldea africana, una novedosa consulta de adivinación en la que poco falta para que nos atiendan por teléfono y nos lean el horóscopo en vez de la tensión. A través de las redes sociales, cientos de médicos se están jugando el puesto por denunciar casos intolerables de negligencia. Todo merced a la gestión criminal de un gobierno que ha decidido cortar por lo sano, nunca mejor dicho, y a las veleidades de una ministra apellidada Mato que es capaz de multiplicar sus viajes, sus coches de lujo y sus fiestas de cumpleaños y de dividir sus pacientes según una sencilla regla de tres: los que se curan solos y los que nunca se van a curar.

 

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