Punto de Fisión

Todos nazis

Por una vez, Cospedal tiene razón. España está repleta de nazis, si por nazis entendemos no unos camisas pardas rompiendo escaparates, quemando libros y apaleando judíos, sino cualquier grupo de personas que moleste la convivencia pacífica, desordene la calle y perturbe el orden público. Yo, por ejemplo, que vivo en la plaza de Cascorro, soporto cada mañana de domingo bajo mi balcón una inmensa concentración de vendedores nazis, eso por no hablar del botellón que organizan los nazis los sábados por la noche, de los hare khrisna que pasan a veces cantando sus himnos nazis y del gitano con la trompeta y la cabra, que sólo les falta tocar Wagner.

No habíamos caído en la cuenta pero, visto así, desde la novedosa perspectiva cospedaliana, España es un país profundamente nazi, lleno de ciudades nazis, de barrios nazis, de bares nazis y de costumbres nazis. Benidorm, por ejemplo, es nazi de arriba abajo, empezando por esas playas abarrotadas donde no hay sitio ni para clavar una sombrilla. Te metes en el agua y, a la que te descuides, los michelines y las medusas te hacen escrache. Málaga y Cádiz son el colmo del nazismo porque allí todo el mundo tiene la fea costumbre de pasear por la calle. Las fiestas de pueblo son como Munich en 1939, con paellas colectivas de las que no hay forma humana de escapar, chupinazos, fuegos artificiales, conciertos horrísonos y mozos borrachos. En los sanfermines peor, en los sanfermines hasta los toros son nazis.

La tuna, las campanas llamando a misa, el Día del Orgullo Gay, el carnaval, las chirigotas, las terrazas de verano, la Feria del Libro de Madrid, Sant Jordi en Barcelona, los niños que juegan en el parque, las palomas de las plazas, los perros, el tráfico automovilístico, las obras públicas, los mercados callejeros, el footing, hablar a voces por el móvil en el autobús, los butaneros (que comparten uniforme con los hare khrisna), Manolo el del Bombo, las ambulancias del Samur, las manifestaciones contra ETA, los ligones plastas de la discoteca, los fumadores, los no fumadores, las entrevistas multitudinarias a los ganadores del Gordo de Navidad, los bebés llorones, los mendigos, los vagabundos, los piropos, el vecino que hace obras en casa, el que escucha la radio alta, el cobrador del frac, los repartidores de propaganda, los porros, el cartero que llama al timbre, la litrona, las carreras de sacos, las procesiones de Semana Santa, los nazarenos, la Vuelta Ciclista a España, la cabra de la Legión, los coches de bomberos, los forofos de fútbol, los aficionados a los toros, los artistas callejeros, los músicos del metro, la lluvia a destiempo, los turistas japoneses, los mitines políticos, los desfiles militares, comer las uvas en la Puerta del Sol en Nochevieja.

Afortunadamente, con el tiempo hemos logrado erradicar tres hábitos sumamente nazis: el del sereno que voceaba de madrugada, el del afilador que daba la brasa con su flautica y su bicicleta, y el de los críos que iban pidiendo el aguinaldo de casa en casa.

 

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