Punto de Fisión

Merkel en pelotas

El viejo sueño alemán de conquistar Europa cada día está más cerca. Gracias al euro, Merkel lleva camino de conseguir lo que no lograron ni Bismarck con los caballos ni el Káiser con las trincheras ni Hitler con los tanques. Al mismo tiempo, se está haciendo con el record de la mujer más odiada y odiosa del continente, anteriormente en posesión de Margaret Thatcher, que ni siquiera era del continente.

La principal diferencia entre Hitler y Merkel (aparte de los tanques y el bigote, apenas extendido en el dirigente nazi) es el lenguaje amoroso que emplea la canciller. Merkel dice que "debemos estar preparados para aceptar que Europa tiene la última palabra en ciertas áreas", lo cual, traducido del alemán, quiere decir que vayamos colocando la popa hacia Berlín. También dice que "de otra manera no seremos capaces de continuar construyendo Europa", lo que poco más o menos sugiere que vayamos comprando vaselina a carretillas.

Cuando un dirigente alemán habla de "Europa" hay que tener mucho cuidado, porque lo más probable es que sea una metonimia. Más aun si está en la sede del Deutsche Bank, que es la versión neoliberal del Nido de Águilas. Imbuida de metafísica hegeliana, Merkel reclama para la banca alemana el mismo espacio vital que Hitler pedía para la raza aria. Hitler soñaba con una Europa rubia y de ojos azules, una matrona basta y germánica al estilo de Angela Merkel, un territorio libre de judíos, gitanos y eslavos, pero Merkel ha preferido encauzar el sueño nazi hacia un navío tripulado por banqueros gordos y despiadados empresarios, servido eficazmente por muchedumbres de camareros griegos, italianos, portugueses y españoles. Los gitanos no molestan siempre y cuando sepan que su lugar está en el tablao, entre trajes de luces y guitarras.

Hace poco corría por internet una supuesta foto de Angela Merkel en plena juventud, practicando nudismo junto a dos amigas, una versión de las Tres Gracias de Rubens pero en blanco y negro y sin ninguna gracia. Muy probablemente, la foto era falsa en lo que respecta a los detalles, porque nadie puede imaginarse que esta mujer haya sido joven alguna vez y menos aún que cupiera en un simple encuadre sin cinemascope. Ya sé que está muy feo criticar el físico de una señora, pero prefiero referirme únicamente al físico porque si empezara a hablar del alma, de su ética y su ideario político, tendría que limitarme a palabras de cuatro letras.

La foto resultaba falsa en cuanto a los detalles, pero metafóricamente era la verdad pura y dura: así va a dejarnos a todos Merkel, en pelotas. Muchos intelectuales, con ese ojo clínico que sólo da la profesión, se felicitaron el día de la reunificación alemana. Prácticamente sólo Günter Grass avisó de que a él no le hacía ninguna gracia el invento y de que la reunificación no era más que el preludio del IV Reich.

Las regañiñas de Merkel y sus banqueros al carácter lúdico de los mediterráneos me recuerdan a aquella diatriba que tuvo que aguantar una amiga mía, sentada en un café de Munich, cuando unos estudiantes alemanes les oyeron hablar en español. Que si éramos vagos, juerguistas, ignorantes y derrochadores. Fue bastante imprudente por su parte, ya que mi amiga hablaba perfectamente el alemán. "Tenéis razón" dijo, poniéndose en pie, mientras en el café se hacía un silencio teutónico, "reconozco que hay que ser un pueblo muy trabajador y muy eficaz para exterminar en unos pocos años a seis millones de personas".

 

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