Punto de Fisión

Problemas con el inglés

Por poder, podemos echarle la culpa a Zapatero pero, la verdad, está difícil. Me da en la nariz que algo tuvo que ver el inglés en todo esto. Oir las primeras palabras de Ana Botella en el idioma de Shakespeare y percibir que la habíamos cagado fue todo uno. Yo soy uno de esos negados recalcitrantes que necesitan subtítulos incluso para las primeras canciones de los Beatles, por eso empezó a preocuparme que con Anita Bottle me fuese enterando de casi todo. Tal y como hablaba Anita, hasta me habría dado tiempo a ir pegando los subtítulos con cartulina en el televisor. Algunos periodistas afectos aseguraron luego que el inglés de Ana Botella era fluido y no les faltaba razón. Al menos tuvieron el detalle de no especificar a qué fluido se referían.

Nadie sabe por qué se empecinó esta buena mujer en hablar inglés sin tener la menor idea y pululando en la sala tantos traductores simultáneos esperando ganarse el pan. A lo mejor pretendía equilibrar las listas del INEM entre Buenos Aires y Madrid. Sin embargo, sospecho que el impulso políglota de Ana Botella es el mismo que empuja a cualquier madrileño a liarla parda en cuanto un extranjero le pregunta a traición por el Museo del Prado. Hace unos días, un japonés recién desembarcado en la capital me preguntó en un castellano bastante aceptable dónde estaba la Plaza Mayor y mi respuesta no difirió mucho, ni en claridad ni en extensión, de la perorata de Ana Botella, sólo que yo nunca me hubiera atrevido a sugerirle que se tomara "a relaxing cup of café con leche", por lo que pudiera pasar. Para sugerir esta clase de cosas hay que haber estudiado inglés avanzado con Aznar y a mí el my tailor is rich se me atragantó desde la EGB. Vi al japonés dirigirse impertérrito hacia la estación de Atocha, aunque también es posible que fuese a coger un taxi para regresar al aeropuerto, volar a Buenos Aires y quejarse ante el COI.

En cualquier caso –ya lo advertí el viernes- lo importante no es ganar sino participar. Hemos contribuido por tercera vez consecutiva a engordar las arcas del cómite olímpico, gente buena y necesitada que empleará la limosna de nuestros cien millones de euros en mariscadas y putiferios en vez de despilfarrarlo en hospitales y colegios como habría hecho un político insensato y poco sensible a las texturas de la política internacional. Además la señora de Aznar cuenta con otros cuatro años para perfeccionar el acento de Georgetown bajo la supervisión de su marido y con la ayuda de los videos del Caudillo, que hablaba inglés legionario en la intimidad. En el avión de vuelta, también pagado a escote por madrileños y españoles, nuestra delegación de genios, glorias, principito y alcaldesa todavía estará elucubrando en qué habrán podido fallar. A lo mejor aún no han caído en la cuenta de que no era muy buena idea iniciar un conflicto veraniego con Gran Bretaña por Gibraltar cuando buena parte de los países del COI son de influencia anglosajona. El problema, no sé si lo he dicho antes, es el inglés.

 

 

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