Punto de Fisión

Las tartas son ETA

La AVT (Asociación de Víctimas de los Tartazos) está de enhorabuena. Su presidenta, doña Fulgencia Cañamones, ha expresado su satisfacción ante la sentencia condenatoria por la agresión a tartazo limpio contra la presidenta del Gobierno de Navarra, Yolanda Barcina: "Es muy importante para nosotros, las víctimas, porque al fin sienta un precedente jurídico. Quienes sufrimos durante años el horror de los tartazos no pueden comprender la indefensión que sentíamos hasta ahora".

Fulgencia nos cuenta que ha sufrido, al menos, tres atentados pasteleros: una tarta al whisky al salir del trabajo, una de nata en el cumpleaños de una vecina y una bandeja de profiteroles en su propia casa. "Hay quien dice que exageramos mucho al llamarlos atentados, como si llevarse un tartazo en plena cara fuese lo mismo que te explote una bomba-lapa al ir a arrancar el coche o que te peguen un tiro en la nuca. No es lo mismo pero es parecido, y así lo expresa la sentencia. Una bomba sólo te mata o te arranca las piernas pero un tartazo te quita la dignidad. Es muy duro vivir sin dignidad. Te despiertas por las noches sintiendo que la nata te resbala por la cara. No puedes abrir los ojos, te falta el aire, no respiras. Es una angustia permanente".

"Para mí fue terrible" dice Alfredo Gordales, que sobrevivió a un ataque con un brazo de gitano. "Porque encima yo tengo alto el colesterol. Para mí los dulces son letales, desde hace años el médico me los tiene prohibidos. "Recuerde que si usted toma aunque sea una pizca de azúcar, don Alfredo, es hombre muerto", me dice en cada consulta mi endocrino. No son tartas: son bombas de repostería. Y esta gente no tiene piedad, no tiene corazón, no tiene perdón de Dios. Llevo varios años de terapia intentando superar el trauma de cuando me arrojaron el brazo de gitano a la cara. Me llegó a entrar canela en la garganta y todavía no puedo quitarme el sabor. A mí dos años para esta gentuza me parecen pocos, muy pocos. Yo los fusilaba directamente, sin juicio previo ni nada".

"Lo peor" explica Fulgencia "es que cualquiera puede entrar en una pastelería y comprar una tarta. Incluso los niños, pobres criaturas. Los reposteros no piden el carné, ni siquiera tienen permiso de armas. Es una vergüenza convivir día a día con ese material espeluznante ahí, al alcance de la gente, y la autoridad que no hace nada, que se lava las manos. Incluso en internet circulan cientos de recetas para fabricar tartas caseras: de chocolate, de manzana, de melocotón, de cualquier cosa. Los etarras no tienen más que encender el horno y hala, a sacar tartas como locos. Es triste, muy triste".

Fulgencia avisa del peligro de esos programas de cocina donde enseñan a preparar dulces sin ton ni son, sin preguntarse si algún día esos sabrosos túmulos de nata no acabarán en la cara de alguna víctima inocente que ya no volverá a levantar cabeza. "Master Chef es una escuela terrorista" dice Fulgencia. "Todo empezó con ese comunista de Charlot, con los payasos anarquistas del circo y del cine mudo. Y fíjese a donde hemos llegado". 

 

Más Noticias