Punto de Fisión

Feliz Año Viejo

Angela Merkel se apareció en la televisión alemana como una marmota Phil con peluca para amargar el Año Nuevo a toda Europa. En Estados Unidos tienen a la marmota Phil y en Europa tenemos a la canciller Merkel: una prueba indudable de que confiamos más en las criaturitas del Señor que en los criterios racionales. Frau Merkel anunció otra larga ración de invierno, aunque su físico de valkiria con esteroides y chucrut no sea precisamente el más apropiado para ir pregonando austeridad a los cuatro vientos. Inspirada por el ejemplo de Churchill, que prometía al pueblo británico nada más que sangre, sudor y lágrimas en vísperas de la batalla de Inglaterra, frau Merkel ha decidido repetir el mismo menú bélico de 1940. De hecho, a fuerza de imitarlo, la canciller cada vez se parece más a Winston Churchill, sólo que travestido en una levantadora de pesos de la RDA. Cada vez que veo a Merkel me acojono pensando en aquellas olimpíadas de mi infancia donde la única manera de diferenciar el sexo de los atletas de Alemania Oriental era mirarles el libro de familia.

Churchill, al menos, tenía la excusa de la Segunda Guerra Mundial, lo que no está nada mal como excusa, pero Merkel cuenta con una guerra más secreta y no menos mundial: la que los ricos están librando contra los pobres y que, según fuentes autorizadas, los ricos van ganando por goleada. A la vista están las cuentas: 41.300 millones que los pobres españoles hemos pagado a tocateja sólo para que a Botín y a los demás filántropos no les falten langostinos en la mesa. Como efecto rebote, la bolsa española ha subido un 21% respecto al pasado año, aunque no se puede decir lo mismo de la bolsa de la compra. En efecto, por una vez Mariano dijo la verdad: no ha habido que pedir rescate porque el rescate ya lo hacíamos todo nosotros.

Ni marmota Phil ni Churchill: Merkel ha aparecido como el fantasma de las navidades pasadas para asegurarle a todos los Scrooge de las finanzas mundiales que esta vez no le pasará nada. Por lo demás, en esta reedición del crack del 29 brillan dos vistosas diferencias: no hay ni la menor sombra de un Franklin Delano Roosevelt que apadrine un New Deal para salvarnos del desastre y esta vez son los pobres, en lugar de los millonarios, los que se arrojan en picado desde sus ventanas para ilustrar la caída de los gráficos bursátiles. En la nueva versión del clásico de Capra, todas las noches hay un tonto suicida al que no ayuda ningún ángel (mucho menos un querubín alemán con peluca), un James Stewart que se tira al arroyo para cubrir el timo monumental de la deuda y que los banqueros puedan seguir durmiendo con los riñones bien cubiertos de billetes robados. Feliz Año Viejo.

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