Punto de Fisión

Mariló en Calasparra

La pregunta clave no es por qué Mariló Montero reflexiona en voz alta por las mañanas en la pantalla de televisión pública en lugar de reflexionar, por ejemplo, en la cola de la pollería. La pregunta clave es cómo esta mujer tan dicharachera que propaga la incultura a la vez que alegra los bajos a unos cuantos miles de televidentes no se ha dedicado todavía a la política. En efecto, Mariló Montero podría ejercer perfectamente de vicepresidenta o de ministra de Trabajo, a poco que se lo proponga. El equipo de humoristas del PP, los mismos guonistas geniales que le escriben los monólogos a Cospedal y a Montoro, no tendrían que esforzarse mucho para encajar en las reflexiones filosóficas de Mariló simulaciones de metafísica y referencias económicas en diferido.

La respuesta clave está en Calasparra. Davinia Saorín, concejala de Sanidad y Política del PP en esa localidad famosa por sus arroces, se marcó un número cómico que no tiene nada que envidiar a esas inquisitivas entrevistas de Mariló, cuando le pregunta al responsable de un museo de calamares gigantes destrozado por un temporal si los animalicos han sobrevivido. La buena mujer se puso a perorar sobre el aborto con tanta adrenalina y tanta pasión encima que empezó a trabucarse y parecía que estuviera escenificando uno de los supuestos por malformación. Para Davinia, lo mismo que para Gallardón, un feto es un ser humano, un aborto un asesinato y una mujer que aborta una terrorista. Hay que preguntarle a estos adalides de la natalidad cómo es que no llevan hasta sus últimas consecuencias esta idea de bombero y le conceden al feto, en el mismo momento de la concepción, la ciudadanía española y la inscripción en el censo de población.

Antes de que el Nilo pasara por Orense, Mariló Montero se preguntaba un día, en un rapto de inspiración quirúrgica, si era lícita la donación de órganos por parte de un asesino, ya que nadie había probado que el alma no fuese incluida en el hígado, en los riñones o en los dedos de los pies. Le respondieron que no se procede jamás a probar una negativa, porque es prácticamente imposible demostrar, por ejemplo, la inexistencia de los dragones o de los duendes. El hecho de que del alma todavía no haya noticias no arredra a Mariló, porque lo que a ella le inquieta es si puede conservarse a bajas temperaturas, como los bistecs, y si transmite enfermedades mentales. Es una hipótesis fascinante, la misma que inquieta al equipo prenatal del PP, que le da la categoría de criatura humana al pegote inaugurado por un espermetazoide y un óvulo (y como nos descuidemos, se lo da también al espermatozoide mientras calienta motores). Davinia por un extremo de la vida y Mariló por el otro van acotando el terreno del alma inmortal con una seguridad que ya la quisieran para sí los genetistas, los forenses y los padres de la Santa Madre Iglesia. Una rubia de bote más y Gallardón puede fundar los Ángeles de Charlie.

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