Punto de Fisión

Media entrada para el deporte rey

El hombre es un lobo para el hombre, un hombre para el lobo y un súbdito para el borbón. No se puede explicar la experiencia mística de la monarquía del mismo modo que no se puede explicar la conducta de la selección española de fútbol, a la que le dio por abdicar el mismo día que Juan Carlos. Para ahondar más en el misterio, la ceremonia entera estuvo lleno de ellos, empezando por la preponderancia femenina en la foto familiar cuando las mujeres en la dinastía borbónica pintan más bien poco.

A lo mejor no era una foto de familia, porque de pronto apareció Mariano subido al pedestal junto a Letizia, creo recordar, aunque en un primer momento el frac del presidente me hizo dudar y pensé si era obligatorio que a la ceremonia asistiera un pingüino. Con los borbones, nunca se sabe; el padre es muy aficionado a los elefantes y los osos, y casi toda la familia a los toros, así que no veía por qué no iban a añadir al zoológico un pingüino. Como no ando muy fino en cuestiones de protocolo, tampoco entendí qué hacían juntos los tres ex presidentes (por orden de abdicación, Zapatero, Aznar y González). Hasta se me hizo difícil distinguirlos, tanto que en un primer momento pensé que se trataba de una especie de trinidad, como los Hermanos Marx, porque al igual que en los Hermanos Marx, también había dos ausentes.

Al menos el nuevo rey es alto, una atalaya de monarca, y con un poco de suerte la envergadura le proporcionó perspectiva suficiente para atisbar que las filas de muchedumbre que aclamaban el paso de la comitiva real no eran muy nutridas. Cuando giró por la fuente de Neptuno, con su cortejo de caballitos y penachos, me pareció ver menos gente que en las manifestaciones frente al Congreso aunque también es verdad que los republicanos están todos muy gordos. Además, con tanto helicóptero sobrezumbando las calles durante tantas horas, los madrileños ya teníamos la Cabalgata de las Valquirias metida en la cabeza y preferimos escondernos bajo la cama por si en cualquier momento empezaban a bombardear con napalm. Días atrás, Esperanza Aguirre había intentado animarnos en su blog con una foto de la celebración del campeonato mundial de Sudáfrica en la que se veía la capital con cuatro años de decalaje rebosando de humanidad, alegría y banderas. Pero Madrid no estaba para muchas fiestas ayer, porque Del Bosque había dimitido en bloque junto a Casillas, Ramos y Xavi. Tal vez por eso, al lado de la foto del autobús futbolístico cortando multitudes, la Gran Vía ayer parecía un entierro en Calahorra.

Aun así, yo discutí un buen rato con mis amigos de Facebook porque me seguía pareciendo demasiado público: apenas había francotiradores para todos. Un periodista tuvo el acierto de señalar que el rey había tenido el detalle sumamente campechano de acercarse al pueblo desde un Rolls Royce descubierto y de repente pensé que la monarquía, al menos, da de comer a mucha gente. Tan agradecida que ayer esta misma gente hablaba todo el rato con la boca llena. Cuando Felipe y Letizia se asomaron a la plaza de Oriente, la caterva de súbditos agitó las banderitas donadas graciosamente por la alcaldesa regente, compradas en un chino o recicladas del fracaso brasileño. Al fondo, en perfecto simbolismo, se veía el Teatro Real, que por algo tiene planta de ataúd. Varios periodistas dejaron de comer un momento para comentar que hasta el clima había acompañado a la ceremonia y ahí no les faltaba razón. Pero no es que hiciera calor: lo que hacía era bochorno.

 

Más Noticias