Punto de Fisión

El camino de Mariano

Hace cosa de una semana Feijóo le propuso a Mariano el título de embajador vitalicio del Camino de Santiago, lo cual no sería mala publicidad para atraer peregrinos. A las bellezas paisajísticas, culinarias y espirituales de la ruta se une la posibilidad de tropezarse con el presidente en su mejor versión Walking Dead. Los mapas del Camino se venderían con rutas de escape y las farmacias más próximas no iban a dar abasto. Lo bueno es que Mariano estaría la mar de entretenido trotando de arriba para abajo y de abajo para arriba, aunque nunca sabríamos si va o si vuelve. Y él tampoco. Antes el Camino era una doble penitencia porque, después de ir, había que regresar también a pata. Ahora con llegar a Santiago y besar el Santo se considera la penitencia cumplida, pero con Mariano de embajador la caminata puede acortarse mucho. Bastará tocarle la barba en un recodo cerca de Astorga para que ahí mismo te sellen el carné de peregrino.

–¿Llegaste hasta Santiago?

–No. Llegué hasta Mariano.

–¿Dónde lo viste?

–Se me apareció en Ponferrada. Me dijo: "Mucho ánimo, Luis" y "Fuerte abrazo".

–No hay duda. Era él mismo en plasma y hueso.

Mariano, como buena parte del PP, siempre ha tenido bastante cara de apóstol. Un medio pleno del gobierno, con él, Fernández Díaz, De Guindos y Montoro, parece una versión pop del Pórtico de la Gloria, un selfie de la Edad Media. A poco que lo han dejado, Mariano ha decidido estrenarse de embajador vitalicio con Angela Merkel, una señora a la que el Camino como penitencia se le queda muy corto. Por sus muchos pecados, Merkel debería andar a la pata coja desde Berlín hasta Santiago pero pasando por Vladivostok y cruzando a nado el Pacífico y el Atlántico. Aun así, al final del viaje, sería el apóstol el que la metería un cabezazo.

Como la religión, la poesía y la justicia pertenecen al ámbito de la ciencia-ficción, en realidad Merkel va a hacer únicamente un trecho del Camino y habrá que tener mucho cuidado con cuál elige, no sea que lo privatice y nos quedemos sin la catedral de Burgos. Para los católicos de corazón, tropezarse con Merkel y Mariano en la misma etapa de la ruta debería considerarse el equivalente a tres cuaresmas y dos años compostelanos. Pero el paseo puede ser un buen momento para que Mariano intime con Merkel, a ver si se ablanda mientras le recita algunos versos de Rosalía de Castro en gallego y de Goethe, también en gallego. Luego, a su llegada triunfal a Santiago, puede pedirle al apóstol que nos eche una mano con el paro y con la deuda, porque los milagros de Mariano el Vitalicio son todos de multiplicar. No sería el primero que, al volver a casa, se encuentra con que sus plegarias han sido atendidas, como aquel peregrino que hizo el Camino a pie desde Friburgo porque su mujer no se quedaba embarazada y cuando regresó, tres años después, se encontró con el hijo ya hecho. Gracias, Santiago.

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