Punto de Fisión

Victus invictus

Albert Sánchez Piñol es un autor que no necesita presentación, por eso mismo el gobierno ha decidido suprimir la que iba a tener lugar el pasado jueves en el Instituto Cervantes de Utrecht. Con este arbitrario acto de censura, la nueva novela de Sánchez Piñol, Victus, recién traducida al holandés, ha obtenido una difusión extraordinaria, ya que un acto al que iban a asistir un centenar de personas y que iba a obtener media docena de reseñas locales, ha salido publicado en todos los medios nacionales y en muchos extranjeros. La editora de Piñol le agradece la propaganda al ministro Margallo, aunque tampoco debe olvidar las palabras que el director de gabinete de Presidencia del Gobierno, Jorge Moragas, ha dedicado al libro: "Claramente manipulador sobre la historia de España y Catalunya". Estas palabras, entrecomilladas, no tienen precio como campaña de marketing; deberían imprimirlas en una faja acompañando las sucesivas ediciones junto a una foto de Moragas. Aunque quizá alguien debería haberle explicado antes a este hombre qué es una novela y por dónde se enchufa.

Personalmente, después de esta publicidad torpe y gratuita, me corroe la alegría y también la envidia. De hecho, no veo la hora de empezar la novela. Ante todo, porque ya he leído tres libros anteriores de Sánchez Piñol (La piel fría, Pandora en el Congo y Payasos y monstruos) y me parece un narrador fabuloso. No he empleado este adjetivo al azar; en La piel fría hay ecos de Conrad, de Stevenson y de Lovecraft en la odisea de un farero destinado a una isla remota cerca del cabo de Hornos que se ve envuelto en una extraña historia de atracción y repulsión con una criatura de las profundidades. Perfumada del mejor Wells, Pandora en el Congo ahonda en otro conflicto antropológico entre dos especies humanas divididas por la corteza terrestre a través de un artefacto narrativo tan perfecto como inteligente. En cambio, Payasos y monstruos es exactamente lo que su nombre indica, un gran reportaje político, un formidable desfile de sanguinarios tiranos africanos que incluye a Bokassa, a Idi Amin, a Mobutu y a Obiang, el "hermano y amigo" de Felipe González, el primo hermano de tantos políticos españoles de Aznar a Rajoy pasando por Zapatero.

Precisamente el instituto Cervantes invitó este mismo año al carnicero de Guinea Ecuatorial a dar una conferencia en Bruselas, con lo que no es de extrañar que Moragas pensara que escuchar a Piñol después de Obiang era como ver la copia después del original. Algunos narradores son imprevisibles y nadie, salvo él mismo, sabía por dónde iba a tirar ahora Sánchez Piñol después de un menú compuesto de dictadores caníbales, razas subterráneas y seres anfibios. El postre, inesperado y suculento, ha sido Victus, una novela histórica ambientada en la guerra de los catalanes contra los españoles en 1714. Probablemente, de publicarse tan sólo unos años atrás, el libro no hubiese causado tal revuelo mediático ni atraído el encono inquisitorial del jefe de gabinete de Mariano, que, cualquier día, en un rapto de furia ciertamente histórico, hasta es capaz de leérselo. Lo que está haciendo esta gente con la cultura en general y con el instituto Cervantes en particular es otra novela, aunque no se sabe si de humor o de terror, escrita por Franz Kafka o por Gregor Samsa después de la metamorfosis. Tras sus últimas aventuras, decapitaciones y vergüenzas al Instituto Cervantes deberían rebautizarlo Avellaneda antes de que se pudra del todo.

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