Punto de Fisión

Las tribulaciones de Mariano en China

Dicen que la política crea extraños compañeros de cama, pero últimamente las cosas van tan deprisa que Mariano hasta está haciendo extraños compañeros de almohada cervical. Le ha bastado un salto en avión para tragarse sus más firmes convicciones ideológicas y luego, según bajaba la escalerilla en el aeropuerto de Shanghai, hacer la digestión y ponerse a estrechar manos de comunistas como un loco. Más o menos al tiempo que sobrevolaba Siberia, diversas organizaciones antiabortistas se conjuraban para montar un pollo en Génova, exigiendo el retorno de Gallardón, la aprobación del anteproyecto de ley del aborto e incluso la prohibición del sexo oral, el anal, los preservativos, la tortilla española y la masturbación flagrante con hecatombe de espermatozoides.

Es terrible pensar que, mientras te sacrificas por el bien de tu país, abrazando miles de chinos, allá en ese mismo país conspiran contra ti los focolarinos. Incluso los elementos más pesados de la tabla periódica del PP, aquellos que salvaguardan el tarro de las esencias patrias, como el casi inconcebible Sigfrid Soria, están maquinando complots en 140 caracteres y llamando "cobarde" al líder supremo. Ciertamente, con el presidente exportado a Shanghai, el ministro de justicia recién dimitido y el jefe de la oposición opositando para entrar en la casa de Gran Hermano, el país daría la impresión de un chocho monumental si no fuese porque las ausencias presidenciales, las dimisiones justicieras y el psocialismo catódico son el pan nuestro de cada día. Pero Mariano no tiene ni tiempo para pensar en esas cosas; el tiempo en el avión se lo pasó documentándose, leyendo una biografía de Mao y pensando cómo es tan complicado eso de embotellar cerveza.

Entre el jet lag, el menú aéreo y el problema de que todos los chinos le parecen iguales, Mariano tenía que estar atento, por si entre la comitiva de bienvenida le colaban a Pablo Iglesias. De hecho, en los meses previos a que le concedieran el visado, los chinos ya le habían colado la revisión de la ley de justicia universal, con la retirada de los cargos en la Audiencia Nacional contra el genocidio en el Tibet. El viaje está bastante gafado porque, entre unas cosas y otras, ha coincidido con las protestas estudiantes en Hong Kong y la condena de la Unión Europea por el encarcelamiento de Ilham Tohti, intelectual moderado que representa a la etnia uigur (menos mal que es moderado, porque al pobre hombre le ha caído la perpetua; llega a ser radical y le cae la Gran Muralla encima). Si en algún momento le preguntan por Tohti, cosa poco probable, Mariano se deshará en elogios sobre el delantero de la Roma y responderá que es una lástima que en su día no lo fichara el Madrid. Aparte de intentar vender sus chuches, el presidente intentará engañar a los chinos explicándoles que él también tiene uigures separatistas en Cataluña y que si pueden echarle una mano. A continuación sacará una foto de Mas, que cada día que pasa tiene más cara de chino, y si ve que no cuela, una de Pujol.

 

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