Punto de Fisión

Nicolás, el amigovio y las Azores

La semana pasada se juntaron el descubrimiento de Nicolás y el del amigovio y prácticamente nadie se dio cuenta de que eran la misma cosa. El tan comentado neologismo fue la penúltima aparición estelar de Nicolás antes de hacerse una foto de frente y de perfil en comisaría. Dentro del diccionario de la RAE, al contrario que en las enciclopedias, no sacan foto, así que Nicolás tuvo que conformarse con salir de medio lado en la definición; ahí justo se hizo el selfie, como pudo, abrazando a "amigar", que es un verbo bien feo pero muy usado en los congresos políticos, y haciendo de niño en el bautizo, en el entierro y en la boda.

Amigovio -puntualiza mi chica en una audaz transposición ortográfica- no es sólo un amigo que se comporta como un novio, sino un novio que da agobio. Exactamente igual que este jueves portátil, que con menos de veinte años ya agobiaba en las reuniones de empresarios, en los contubernios políticos, en los besamanos reales y en las cenas con premios Nobel. Ahí estaba con su peinado ubicuo y su sonrisa cuántica, en todas partes, como un electrón asomando flequillo en cualquier órbita. Otra gente se hace fotos para guardar un recuerdo; Nicolás se las hacía para que no lo olvidaran. Entre el tango y la escalada le falló lo escencial: hacerse un seguro de vida, es decir, afiliarse al PP. Intentar trepar hasta la cumbre sin la patente de corso de la gaviota era como intentar subir el Eiger sin apoyos y sin cuerdas.

Aun así, llegó muy arriba, tanto que llegó a estrecharle la mano al rey Felipe con un golpe de nuca y luego contaba a sus amigos que había hablado con el otro, con Juan Carlos, por si quería que le solucionara los problemas con su hija: "Estoy negociando con los de Manos Limpias para que retiren la demanda. Les he dicho que es un asunto de estado". Entre mariscadas y ostras, Nicolás aparecía de golpe en los conciliábulos del poder y las mesas redondas de la FAES igual que Harvey Keitel en Pulp Fiction: "Hola, soy el señor Lobo. Soluciono problemas". Lo mismo te arreglaba el móvil que te salvaba a la infanta del fuego judicial o que apañaba un acuerdo para Pujol: no era más que cuestión de hacer unas llamadas. Igual que Don King cuando organizó el combate del siglo diciéndole a Foreman que ya tenía el compromiso de Alí y a Alí que ya tenía la firma de Foreman. Es el modo más rápido de hacer negocios en este país, el que se lleva desde los tiempos del Cid, tejiendo en el aire, el mismo encaje de bolillos que forjó el ascenso de un cierrabares al frente de la guardia civil y de los bufones, conseguidores y amiguitos del alma de la trama Gürtel.

En efecto, la política hoy día es el arte de hacerse fotos junto a gente importante, una lección de perspectiva que Nicolás aprendió de los mejores, concretamente de Aznar, con quien se hizo tantos retratos en FAES que en algunos ya empezaba a crecerle el bigote. No en vano, Jose Mari había devuelto a España la grandeza imperial merced a una foto en la que salía de amigovio de Bush y de Blair en las Azores. La grandeza duró menos que la foto, eso sí, pero aquel breve triunvirato sirvió para aupar a Jose Mari a lo más alto y a unos cientos de personas y cachos de personas más alto todavía.

En cuanto cayó cuesta abajo por culpa de un resbalón, el pequeño Nicolás se quedó sin FAES, sin amigos y sin novios, despeinado y atónito, el neologismo hecho pedazos al pie de la pared. Ahora ya no lo conocen ni los langostinos. Le faltó el carné y le faltaron las Azores. A mucha gente le ha disgustado la inclusión del término "amigovio" en la enésima edición del diccionario de la RAE, como si se supieran todos los demás, como si utilizan a diario "corladura", "estelífero" o "tolete". Por una vez que la RAE se adelanta a la realidad, brindándonos una palabra inédita para bautizar a este emprendedor de abrazos, vamos y nos ponemos cluecos.

 

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