Punto de Fisión

Rato en el peluquero

En el PP andan un poco distraídos con la plaga del ébola, les preocupa bastante más la epidemia de mierda que infesta Génova hasta las raíces. Aunque preocuparse es un verbo que tampoco le cuadra mucho al líder supremo, un hombre que, de caer una lluvia de meteoritos sobre el planeta, se taparía con el Marca. En cualquier caso, los últimos brotes de corrupción que aquejan a la formación más o menos desde el día en que fundó son más negros que verdes y vienen contabilizados en gastos de tarjeta. Debe dar un poco de asco enterarse por las redes sociales de que Rodrigo Rato, uno de los buques insignias del partido, se fundió setenta euros a las dos de la mañana en una peluquería. No está el gobierno, ni mucho menos el país, como para ir presumiendo de ingles brasileñas.

De manera que Mariano, con la celeridad que le caracteriza, ha abierto el Marca y se ha dispuesto a pensarlo. A pensarlo mucho. De momento no ha ahorrado en sustantivos, "contundencia" y "legalidad", dos que, al parecer, no había empleado nunca. En esto el presidente de España recuerda mucho a aquel ministro comunista polaco: "Cuando el gobierno dice algo, lo dice". Ante las presiones de los barones de la periferia, que ya escuchan los primeros síntomas de derrumbe, Cospedal pide calma, mucha calma, de ser posible en diferido. Tranquilos, que a Rato se le va caer el pelo.

Hay que andarse con cautela porque la podredumbre llega ya muy arriba, tanto que los mandamases se están planteando por primera vez la opción de la cirugía. Echarte del PP, imagínate qué vergüenza. Sin embargo, aunque amputaron sin el menor miramiento los miembros algo díscolos de Gallardón y Botella, en la dirección son más partidarios de que el cacho podrido se caiga por sí solo, o más bien con un toquecito de la justicia, como en el caso de Matas o de Fabra, que todavía sigue esperando a ver si le cae un indulto en la lotería. Si Rato era el cerebro económico de la formación y su principal preocupación era un transplante de pelo, es lógico intuir el pánico que invade a las demás neuronas. A este paso el PP, sin cabeza y sin brazos, va a parecer la Venus de Milo en versión de cemento armado.

Para practicar el tajo diestramente, todo depende de a qué velocidad viaje la infección, no vaya a ser que el brazo cercenado se vuelva contra uno e intente arrancarle los ojos, como ocurrió con Bárcenas, el apestado. La historia recuerda aquel momento crucial de The Walking Dead, cuando el líder decide amputar la pierna donde han mordido a un anciano antes de que el zombi le suba hasta la boca. El problema es que aquí la podre ya ha llegado hasta el hacha y la mierda al cuello, y que, puestos a cortar cabezas a cámara lenta, lo mejor es sentarse a esperar que venga el peluquero.

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