Punto de Fisión

El PP en chino

Nada más regresar Mariano de su gira asiática, empiezan a notarse los efectos de su paso por el lejano oriente: el partido comunista chino ha convocado a su órgano anticorrupción para decidir la expulsión del ex ministro de Seguridad, Zhou Yongkang. Los comunistas chinos, siguiendo el tranquilo estilo genovés, ya han estado meses pensando si lo expulsan o no, un poco como aquí con Rato, que llevan unas semanas jugándoselo a los chinos. Desde esta perspectiva se entiende mucho mejor la célebre sentencia de Cospedal, "dentro del ámbito de la rapidez", que ahora suena a pura sabiduría oriental, a esos papelitos que aparecen dentro de las galletitas de la suerte: "No te aplesules, pequeño saltamontes, Lato se ilá cuando se tenga que il".

Las ondas del malemoto, perdón, del maremoto mariano han atravesado el continente y han llegado hasta Japón, donde se ha descubierto que el nuevo ministro de Economía, Yoichi Miyazawa, había facturado gastos de representación en un club masoquista de Hiroshima. Se ignora si en la hoja de gastos también consta un apartado dedicado a peluquería a las dos de la mañana o si los japoneses prefieren detallarlo todo con pelos y señales. Por mucho menos que esto, un ministro nipón de la vieja escuela te montaba un harakiri con las tripas fuera, pero la influencia mariana también se deja entrever en la tibia excusa de Mizayawa, que asegura que el importe incluido en la factura se debe a un error. Aun así, hay que reconocer que lo de abrir un club masoquista en Hiroshima es todo un hallazgo.

Entre sobresueldos, imputaciones y sentencias, a la vieja guardia de Aznar se le está poniendo una cara de chino que parece el elenco de una película de Bruce Lee. Hay fotos de grupo de aquel mítico gobierno de 2002, el dream-team del Prestige, decorando las paredes de las más selectas academias de artes marciales. Los karatekas preferían a Trillo, que atacaba de frente, mientras los judokas eran más de Cañete, que aprovechaba el peso del adversario. Aunque ninguno tenía la elasticidad de Piqué, capaz de partirse las rodillas a cabezazos, únicamente igualado por el maestro de pilates, Pujalte, defensor a muerte de la honradez de Fabra, Acebes, Matas y Rato. Pujalte era como aquel francotirador bizco que aseguraba "Yo donde pongo el ojo, pongo la bala" y sus propias tropas corrían despavoridas a esconderse cuerpo a tierra.

De aquel grupo salvaje que orbitaba alrededor de Jose Mari y de Mariano, pasado y presente de la escuela kamikaze, hoy casi no queda ni uno libre de sospecha. Unos están en la cárcel, como Matas o Bárcenas; otros, esperando a entrar, como Fabra; y otros, como Rato, aguardando su turno dentro del ámbito de la rapidez. Sin embargo, nadie puede entender el supremo esfuerzo que le supone a Mariano, un gran maestro samurái que ganó varias oposiciones a puro golpe de memoria, irlos olvidando uno por uno. "Esa persona de la que usted me habla" –una construcción sintáctica que también suena a chino cien por cien– al final va ser una muchedumbre.

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