Punto de Fisión

Cayo cae, Mariano aguanta

Nos resistíamos a admitir el denominado Efecto Podemos, el juego de dominó por el cual, tras las elecciones europeas, algunos de los principales líderes del país fueron derribados y sustituidos por jóvenes promesas como el rey Felipe o Pdr Snchz. Hubo un momento de pánico generalizado en que a Monedero se le puso cara de Míster Proper amagando con una limpieza general del país (que buena falta le hace) pero la taumaturgia higiénica se ha exagerado tanto que se le atribuyó a Podemos incluso el óbito de banqueros y grandes empresarios, como si en vez de un partido político fuese un meteorito.

El último en sufrir los efectos de la extinción de los dinosaurios ha sido Cayo Lara, que ha presentado su renuncia como candidato de Izquierda Unida a las generales. En IU, como en el PSOE, la crisis alcanza hasta a las vocales. El PSOE se desfondó hace muchos años, quedándose sin las letras de enmedio, y por eso Pdr Snchz ha decidido tomar La Moncloa paso a paso: lo primero es ser secretario general del uasap. Del mismo modo que los del PSOE se preguntaban por qué seguían llamándose así, si ninguno era ni obrero ni socialista, en IU circula la duda metódica de si alguna vez la izquierda ha estado unida. Entre la ley de Ohm y los diversos batacazos electorales, a menudo han estado a un paso de llamarse UI en vez de IU.

En efecto, el gran drama de la izquierda española es que rara vez ha estado unida. La posible alianza entre Podemos, un partido vigoroso y en alza pero novato, e IU, una fuerza desgastada pero veterana, se ve dificultada por diversos problemas, a cual más banal comparado con la urgencia de quitarle el poder a una ultraderecha que ocupa el centro del cuadrilátero político, las esquinas, la fila de prensa y las cámaras de televisión. Un debate entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón podrá ser todo lo dialéctico y hegeliano que ellos quieran, pero a lo que más recuerda es a esa escena de la que hablaba Jabois en la que dos cuadrillas de revolucionarios mexicanos se peleaban por ver quién ocupaba el centro de la foto y uno de los cabecillas, empujando a otro que gastaba unos bigotazos enormes, le decía: "Pero apártese, hombre, ¿no ve que van a pensar que ese bigote es mío?"

Mientras las escaramuzas prosiguen y las fichas de dominó siguen cayendo, el único que permanece inalterable en medio del cataclismo es Mariano, que no cambia de cara, de discurso, de ministros ni de teléfono móvil. El otro día estuvo en la cumbre del G20 repitiendo a voces que España es un ejemplo para el mundo y al menos tuvo el detalle de no explicar de qué. El dontacredismo no le sirve en esas reuniones de líderes mundiales donde, si pierdes comba, te quedas sin cenar, te hacen el vacío como a Zapatero o te sientan al lado de un chino creyendo que es un primer ministro y al final es el camarero. Mariano, a quien más de uno tomó por camarero, tuvo que insistir varias veces hasta que consiguió, a traición y por la espalda, que Obama le estrechara la mano. Menos mal que no sabe inglés porque le hubiera oído decir: "Pero apártese, hombre, ¿no ve que van a pensar que esa barba es mía?"

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