Punto de Fisión

Todo que ver con el fútbol

Desde la charca primordial de 2001, donde unos antropoides quedaban para inflarse a hostias, la humanidad no ha avanzado mucho hasta la orilla del Manzanares. Al menos los antropoides de Kubrick tenían la excusa de la sed, porque los antropoides del Frente Atlético y los de Riazor Blues ni siquiera pueden esgrimir el eximente del alcohol a las nueve de la mañana. En cuanto a dotación intelectual, andaban a la par. La película mostraba la elipsis más brutal e impresionante del cine al saltar docenas de miles de años de historia humana en un corte que empalmaba un hueso con una nave espacial. Lo mismo podían haber puesto un balón. No hay que olvidar que Neil Armstrong clavó en la superficie de la Luna una bandera, para dejar claro lo tribal del asunto. Una bandera: no un libro, ni una réplica de la Victoria de Samotracia, ni un busto de Beethoven.

Las dos bandas de antropoides tenían tantas ganas de verse para discutir por la posesión de la charca que no esperaron siquiera a que empezara el partido. De hecho, era tan temprano que la policía no se había levantado todavía y, para cuando quisieron llegar al lugar de la discusión, ya había un cuerpo flotando en el Manzanares. Lo bueno es que el partido ni siquiera fue suspendido (the show must go on) y los jugadores, entrenadores y el público disfrutaron de lo lindo mientras un hombre se debatía entre la vida y la muerte. La Liga de Fútbol Profesional aseguró después que lo sentía mucho, que había intentado ponerse en contacto con la Real Federación Española de Fútbol pero, según dicen, no fue posible. No han especificado si era demasiado pronto y seguían acostados, si les falló el teléfono o si se les cayó el guasap. A lo mejor es que era domingo y la RFEF descansa los domingos y fiestas de guardar, pero suena un poco raro cuando es el día que más trabajo tienen.

Al final salieron los dos presidentes lamentándolo mucho y diciendo que tan penoso incidente no tenía nada que ver con el fútbol, pero no pudieron explicar si es que los ultras del Frente Atlético eran marxistas y los del Riazor Blues neoliberales, o si bien unos eran platónicos y los otros aristotélicos, o si bien unos eran partidarios del verso libre y los otros más bien del endecasílabo en sexta. Pero parece que sí, que esa violencia bestial tiene todo que ver con el fútbol, no sólo porque a esas hordas de criminales los patrocinen desde los clubs, sino porque la simbología, el lenguaje, los lemas y las canciones con que animan a sus equipos son fundamentalmente militares. Hasta la música, los comentarios y los gestos empleados en muchos programas y resúmenes deportivos vienen a suscribir la idea de que el fútbol es la continuación de la guerra por otros medios. No hay más que recordar a aquel infame entrenador argentino que gritaba que se quería morir cuando vio a uno de sus masajistas ayudando a un jugador rival caído sobre el césped. "¡Pisalo! ¡Qué carajo me importa el otro!" gritaba deportivamente Carlos Bilardo a la oreja de su ayudante, "¡Pisalo! ¡Al contrario pisalo!" Un comportamiento típico de alguien, que en su etapa de jugador, pinchaba a los contrarios con un alfiler y luego bromeaba diciendo que les estaba haciendo un análisis de diabetes. Y todos riéndole la gracia. El fútbol, por desgracia, es así.

 

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