Punto de Fisión

El borrado del borrado

De todas las causas que podían extraviarse en la Audiencia Provincial de Madrid –cientos y cientos de desahucios, incidentes por violencia callejera y expedientes por desobediencia ante la autoridad– ha ido a extraviarse la causa por el borrado de los ordenadores de Bárcenas, prácticamente la única que imputaba directamente al PP. Ya se escuchan los clásicos rumores de fondo: "También es mala suerte", "Mira tú qué casualidad", "La justicia es un cachondeo", "Esto no hay quien se lo crea" o "Las causas ni se crean ni se destruyen, sólo se pierden".

Sucede, no obstante, que el común de los mortales no tenemos la menor idea del funcionamiento de la justicia, por no hablar del funcionamiento de la justicia española, que de eso no tiene idea nadie. Por ejemplo, la funcionaria del juzgado asegura que tramitó el recurso de apelación mediante una providencia y no por oficio. Menos mal. Esta explicación paranormal, pendiente de otras quince explicaciones, parece apuntar uno de los hilos de la madeja, igual que cuando el contramaestre grita en mitad de la tormenta que no arríen la vela del palo de mesana, que mejor el foque. Oficios, recursos, providencias, sellados, instancias, dieciséis meses de papeleos y resulta que los papeles salieron volando por la ventana ellos solos. Como gaviotas.

La historia me ha traído recuerdos de mis tiempos de la Universidad Autónoma, en la Facultad de Filología, cuando lo que de verdad me daba sudores fríos no era el examen de fin de curso sino la ventanilla donde formalizar la matrícula. Había que hacer tantos trámites, bancarios y de los otros, compulsar documentos, aguardar colas interminables y entonces tres mañanas de trabajo podían venirse abajo apenas la malvada secretaria espetaba la temible pregunta: "¿Trae usted la póliza?" Estoy casi seguro de que Larra se pegó un tiro por eso, por no volver mañana.

Memorias personales aparte, a lo que recuerda también esta kafkiana y aleccionadora pérdida documental es a la estrategia que seguía el célebre abogado estrella Rodríguez Menéndez, quien, cuando veía que se acercaba una carpeta al juzgado de instrucción, metía un palo en las ruedas de la justicia y lograba que la carpeta pasara al fondo de los asuntos pendientes. Así hasta que el caso caducaba, como los yogures pasados de fecha, o hasta que la justicia se aburría, lo que ocurriera primero. No era una estrategia muy legal pero resultaba efectiva. Pero lo de extraviar una causa en algún lugar del espacio-tiempo jurídico es un truco que ni siquiera estaba al alcance de Rodríguez Menéndez, ese mago de la abogacía.

Lo más divertido de todo va a ser recordar que el juzgado de instrucción número 32 consideró en su día (y va ya para año y medio) que la destrucción de los discos duros de los ordenadores de Bárcenas no era un acto constitutivo de delito de daños ni tampoco de encubrimiento. Qué va. Tampoco hay que ser más papista que el Papa y si no había delito entonces, cuando en Génova pasaron por la piedra los dos cascajos informáticos de Bárcenas, menos aún lo habrá ahora, por la pérdida de unos papeles donde constaba que aquí no ha pasado nada. Mientras que en inglés y en muchos otros idiomas, dos negaciones afirman, en español, como siempre, la semántica depende mucho de la gramática. En concreto, el borrado del borrado de los discos duros no revela gran cosa, excepto que ya tal, fin de la cita. En este portentoso homenaje a Ibáñez que está dibujando la justicia española, la historia comenzó con Mortadelo y Filemón investigando en Génova, siguió con Pepe Gotera y Otilio examinando los portátiles, y culmina ahora con la actuación del Botones Sacarino, extraviando la causa. Seguiremos informando.

 

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