Punto de Fisión

Un Madrid de película

Ignacio González sospecha que hay una mano negra detrás de todo este asunto de su ático y la realidad se está empeñando en darle la razón. Los que no creen que haya una mano negra, temen que haya ocho o nueve. Cuanto más se lee y más se investiga sobre el caso, menos se aclara uno. Hasta el punto de que yo ya no sé si el célebre ático está en Marbella, en Estepona o en Delaware; si lo normal como presidente de una comunidad de vecinos es reunirte con la policía en una cafetería a comer churros; o si estoy haciendo el tonto por no decirle a Enrique Cerezo que me ponga un piso.

Todo es muy confuso y cada día que pasa se confunde un poco más; al hojear la prensa madrileña parece que estuviera leyendo un guión de Tarantino o Il Corriere della Calabria. Ayer, al pasar por la Puerta del Sol, en el célebre reloj se transparentó la colina de Corleone. Cuando la alucinación se disipó y entré en un bar a pedir un trago para tranquilizarme, me salió sin quererlo el susurro chungo de Marlon Brando en El Padrino. "Una grappa, prego", le dije al camarero. Lo peor es que me entendió sin necesidad de traducción ni de subtítulos: "Subito, signore", dijo. Me fui antes de que volviera a besarme el anillo, pensando que a lo mejor era el mismo establecimiento donde el presidente consorte de la Comunidad de Madrid dirime sus trapos sucios con los comisarios locales. Si lo era, una nube de mal rollo se había quedando flotando por ahí, un aroma a dulces sicilianos, una sombra de violines. El ectoplasma de don Vito me murmuró que saliera echando leches de allí, que recordara cómo había acabado la última reunión de su hijo Michael con el jefe de la policía neoyorquina.

"Ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos" es la lección fundamental de don Vito Corleone a su hijo Michael y también el lema político de Esperanza Aguirre, una mujer que, más que un currículum, tiene una filmografía. La carrera política de Aguirre va desde el helicóptero de Apocalypse Now a la persecución en coche de The French Connection, pasando por Scorsese, Coppola y Mariano (Ozores). Frente a la tibieza con que el resto del PP ha acogido el hundimiento del Titanic gonzaliano, ella se ha apresurado a echarle un salvavidas a su sucesor Ignacio, y parece ser que con los mismos resultados: al despedirse Kate Winslet de su querido Di Caprio en alta mar, le ata un ancla a los tobillos.

La verdad es que, en los alrededores del planeta Aguirre, la policía siempre anda cerca, bien en moto, bien en furgoneta y con las esposas preparadas. Formar parte del prestigioso club de cerebros de la presidenta tiene más peligro que un casting con Clint Eastwood en uno de esos westerns funerarios donde todos los secundarios acaban señalizando una pista de aterrizaje para buitres. Las últimas noticias de la Operación Púnica son que el abogado Tercedor hacía horas extras en Los intocables (en el papel del contable acojonado que se refugia detrás de Eliot Ness), y que si Margaliza llega a seguir jugando a la lotería, Scorsese tiene que rodar Casino en un bingo de la calle de Alcalá. Aguirre pone la mano en el fuego como Juana de Arco pero el sexto sentido no le acaba de funcionar: no sabe que están muertos. En cuanto a Ignacio González, acaba de resbalar con aquella gloriosa cáscara de plátano de La jungla de asfalto: "Nunca puedes fiarte de un policía porque, cuando menos te lo esperas, se pone de parte de la ley".

 

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