Punto de Fisión

La extrema victoria del PP

"Mira la extrema izquierda" dijo la extrema derecha, apoyada en la pared. Esperábamos a Mariano rebozado en su plasma, pero debió de haber interferencias con Telemadrid, y en su lugar salió Floriano, que rima igual y habla casi lo mismo. Salió rondando las doce de la noche, la hora de las calabazas y los calabacines, escudado tras unas gafas y un papel, aunque hubiera sido mejor que saliera embadurnado de pintura azul para clavar todavía más su imitación de Coco en Barrio Sésamo. Floriano desbancó al matemático de las pelusas al asegurar que el PP había vuelto a ganar las elecciones y al enseñar a los periodistas la diferencia entre izquierda y derecha, extrema izquierda y extrema derecha. Por poco se cae del estrado.

"Las cosas que estaríamos escuchando si el PP se fuese a apoyar en un partido de extrema derecha", dijo Floriano, como si hubiera algún partido a la derecha del PP y como si el PP pudiese apoyarse en plena caída libre. Probablemente lo decía por Vox, el partido de los valores, cuyo valor actual oscila entre la nada y el cero pelotero. Si Vox no ha sacado representación más que en algunas áreas rurales impermeables a la civilización es precisamente por falta de oxígeno ideológico, porque la cercanía de su partido nodriza no les deja sitio ni para respirar. Después, Floriano, el hombre que hace unos meses era incapaz de deletrear Ciu-ta-dans sin partirse la laringe, explicó la importancia de los pactos y del diálogo: se ve que o le falta piel o ya habla catalán en la intimidad.

Horas antes, ya clausurados los colegios electorales, la sede de Génova permanecía desierta como un plano secuencia de Sergio Leone a pesar del escaño ganador de Esperanza Aguirre, demostrando que, efectivamente, el PP no sólo tiene mucho voto oculto sino que además de ocultarse, se avergüenza. La inhóspita imagen contrastaba con la multitud exultante en la Cuesta de Moyano, donde Carmena y sus huestes fueron a celebrar la derrota al calor de los libros usados y las lecturas de segunda mano. El primero que vio venir la pírrica victoria de Aguirre fue Pecas, el jack russell de la lideresa, que apareció en una foto remolón y reculando: no quería ir a votar ni por un kilo de friskies. La desconcertada lideresa todavía se debe estar preguntando cómo es que ha podido hacerle sombra una mujer que ni descubre talentos a trescientos mil y pico euros al año, ni aparca en el carrilbus, ni baila el chotis, ni nada de nada.

Las otras Damas de Elche de la derecha rancia tampoco han salido muy bien paradas después de la extrema victoria del PP: a Rita Barberá le dio un sofoco, bochorno o caloret en que se equivocó de credo y pidió de comulgar, y Cospedal no había asomado la nariz ni en diferido ni en forma de simulación a la hora de redactar este parte de guerra. Por una vez el viento fresco viene en femenino del plural: un cambio de bragas, peinetas, mantones y refajos. De todos modos, no hay motivos para la tristeza porque ya se sabe que, tras unas elecciones, todo el mundo sale ganando, especialmente UPyD, que lo mismo se desembaraza de Rosa Díez, e Izquierda Unida, que ha conseguido al fin su viejo sueño de ser un cero a la izquierda.

 

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