Punto de Fisión

El deporte de ser negro

A raíz de que se sentase uno en la Casa Blanca, la policía estadounidense ha detectado que en el país todavía quedan muchísimos negros andando sueltos por las calles. Últimamente se han dedicado a dispararles, golpearlos y acojonarlos con tanta insistencia que da por pensar si no le estarán dedicando cada faena al presidente. Si Obama hubiese sido chino o latino, lo más probable es que el porcentaje de heridos y muertos de esas etnias hubiese batido marcas. No vamos a pensar que el país que vendió una espantosa guerra civil como una cruzada por la abolición de la esclavitud sigue siendo racista hasta los topes. No, es mejor pensar que se trata de un exceso de celo policial, como si tuvieran a Cristina Cifuentes de Delegada del Gobierno en Dallas.

En efecto, cuando Roosevelt, después del ataque a Pearl Harbor, ordenó ingresar a los ciudadanos estadounidenses de origen japonés en campos de concentración, lo hizo para protegerles de posibles linchamientos y para que no saliera una filial amarilla del Ku-Klux-Klan. Lo que pasa es que a los funcionarios encargados de su protección se les fue un poco la mano. Detrás de la mano, se les suele ir también la porra, la pistola, la constitución, los derechos civiles, en fin, todo el paquete. Por eso Estados Unidos, el paraíso de las libertades, sigue siendo un país donde ser negro sigue siendo un deporte de riesgo. No te digo nada si eres negro y pobre, entonces pasear por ciertas barriadas blancas es el equivalente a la escalada libre en Yosemite.

La desventaja de los negros respecto a los judíos se ve a simple vista. Cuando Fritz Lang, antes de salir por piernas hacia el exilio, se presentó ante Goebbels, no le cabía la camisa en el cuerpo. Se quedó helado cuando el ministro de Propaganda del Reich le dijo que iba a nombrarle Ario Honorario. Al protestar Lang, avisándole de que era judío, Goebbels replicó: "Yo soy el que decide quién es judío y quién no". Eso es algo que difícilmente podría decidir con Jesse Owens, con Louis Armstrong o con Marthin Luther King. Por eso, en la amplia historia de Hollywood abundan los productores judíos, los directores católicos y las actrices rubias, pero durante décadas el actor negro más famoso fue un blanco con la cara tiznada y la actriz negra más célebre una esclava gorda que le apretaba el corsé a Vivien Leigh.

También nos habíamos preguntado por qué los negros corren tan bien y nadan tan mal, y este viernes la policía de McKinney, Dallas, nos hizo una demostración práctica. Al parecer había una fiesta de cumpleaños en una piscina y alguien se quejó porque de repente se encontró con demasiados negros que no habían sido invitados. Eric Casebolt, un cabo de la policía, sacó la pistola reglamentaria y los chavales negros salieron corriendo como velocistas natos: ni uno solo se tiró a la piscina. Jack Johnson, el primer campeón negro de los pesos pesados, a quien arrebataron vergonzosamente el título fuera del cuadrilátero por su costumbre de echarse novias blancas y conducir coches caros, resumió bastante bien la situación: "Soy negro, nunca dejasteis que olvidara que soy negro; de acuerdo, soy negro, nunca dejaré que lo olvidéis".

 

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