Punto de Fisión

Heil majestad

En Gran Bretaña se ha líado parda por una fotografía, publicada en el diario The Sun, en donde puede verse a la futura Isabel II de Inglaterra, con siete años, haciendo el saludo nazi junto a su hermana, la princesa Margarita, y a su tío, el príncipe Eduardo. Corría el año 1933 en el palacio de Balmoral, en Escocia, y el calambrazo nazi (copiado del saludo fascista italiano que a su vez era una fotocopia del "Ave César" romano) estaba de moda en toda Europa. Era la lambada de la época. Franco también lo adoptaría en una versión casera, en la que en lugar del taconazo y el brazo estirado a tres mil voltios, se doblaba ligeramente el codo, al estilo de una señora con abanico (en muchas cosas, incluido el bigote, Franco era una señora con abanico). El propio Hitler prefería esta variante femenina en la intimidad del hogar; también es la que inmortalizó Lubitsch en To be or not to be, cuando el actor polaco que interpreta al Führer entra en escena y grita: "Heil yo mismo".

La reina de Inglaterra no ha sido la única figura de la política europea a la que últimamente le han señalado simpatías nazis. Hace unos meses, la revista alemana Der Spiegel publicó una portada con un fotomontaje bastante burdo donde se veía a la canciller Angela Merkel rodeada de unos cuantos generales de la Wehrmacht a la sombra de la Acrópolis. Eran aquellos tiempos en que Alemania se dedicaba a las invasiones y al genocidio en lugar de a la sana y respetable colonización financiera. Las ventajas de este segundo método son evidentes: la deuda es la modalidad barata de la bomba de neutrones, aquel ingenio de la Guerra Fría que mataba a las personas pero dejaba edificios y bienes intactos.

La verdad es que a los periodistas alemanes se les fue un poco la mano. Se les criticó, y con razón, por amasar un anacronismo histórico para presentar un tebeo, como si Der Spiegel lo dirigiera Marhuenda. Porque no hacía falta remontarse a 1943 para encontrar a Merkel en rara compañía: hace tiempo que circulan unas fotos suyas, fechadas en 1993, en donde se la ve rodeada de chavales con botas altas y cabezas rapadas. Era la época en que Merkel militaba en la Juventud Libre Alemana, un grupo supuestamente comunista de la RDA -digo supuestamente porque al menos en una de las fotos se ve a uno de los jóvenes saludando nostálgico, como si acabara de ver a su tío Adolfo en Núremberg. Es un tic nervioso que a muchos les cuesta abandonar, por ejemplo, al secretario de James Cagney en Un, dos, tres, de Billy Wilder, que primero aseguraba que él había pasado toda la guerra en el metro, bajo tierra, y por eso no se había enterado de nada, y luego ya confesaba que había servido en la SS, sí, pero de repostero. Y advertía, para que no quedaran dudas: "Pero era un malísimo repostero".

Da un poco de lástima contemplar la ola de bochorno que asola a una reina cuando echa la vista atrás y se encuentra a sí misma de niña practicando pilates nazi. Podían aprender de un montón de líderes, concejales, alcaldes y simpatizantes del PP, que no sólo no se avergüenzan de su ideología criminal sino que encima se retratan con el brazo electrocutado, hacen chistes sobre cunetas festoneadas de cadáveres y hasta se pavonean de las matanzas que cometieron sus antepasados. "Buena gente" escribía Sáenz de Buruaga el otro día a propósito de unos familiares suyos que hicieron la guerra civil en el bando correcto. El mejor de todos, el coronel Eduardo Sáenz de Buruaga, se dedicaba a despoblar pueblos andaluces a balazos, pero seguro que también era un malísimo repostero.

 

 

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