Punto de Fisión

Camarero, hay una trama en mi sopa

Muchas de las grandes organizaciones benéficas de la historia de la humanidad han tenido problemas de comunicación. La Inquisición desalentaba herejes a la plancha, pero las campañas de propaganda les salían demasiado quemadas. Al Capone decía que sólo intentaba darle a la gente lo que le gustaba, pero casi siempre se atascaba con la ortografía del bate de béisbol. Hasta los publicistas del Estado Islámico empiezan a preguntarse si no se les estará yendo un poco la mano en sus mensajes multitudinarios de paz y amor.

Del mismo modo, en Génova han caído en la cuenta de que lo que les falla es el medio, no el mensaje. No acaban de expresarse bien. El otro día Javier Maroto, vicesecretario vectorial del PP, gritó: "A mí este tío me da un asco que no puedo ni verlo". Y añadió: "Ha hecho un daño tremendo al PP". Los que llegaron justo en ese instante al mítin se quedaron ligeramente patitiesos porque no sabían bien a quién se refería Maroto. Sin salirse del propio ámbito del partido, había un montón de candidatos: todos los implicados en la trama Gürtel, todos los implicados en la trama Púnica, los jefes regionales que ya están entre rejas, los imputados, los sobrecogedores, etc. Prácticamente, podía referirse a cualquier líder o militante popular, exceptuando algunas mujeres. O quizá también, incluyéndolas, porque a menudo en el PP se utiliza un registro gramatical exactamente inverso al de esos ediles asturianos: siempre en masculino y singular, palabra de macho.

"Ese tío", el que le daba tanto asco a Maroto, era Bárcenas, tesorero en Génova durante tiempo inmemorial y amigo íntimo del presidente Mariano incluso en los momentos difíciles. Para la vieja guardia de los populares, Bárcenas es como esos peleles de trapo con la bandera estadounidense a los que una horda de musulmanes descontrolados pisotea, ahorca y quema, más o menos por ese orden. "¡Bárcenas, Bárcenas!" vociferan entre espumarajos, tan indignados que hasta les sale acento árabe. Pablo Casado fue incluso más lejos y llegó a decir que la conducta de estos militantes de la Púnica, amamantados por Esperanza Aguirre, "nos abochorna, nos indigna y nos avergüenza", tres verbos que demuestran unos insólitos reflejos éticos y una aceptable lista de sinónimos. Bochorno, indignación, vergüenza: una humillación semántica más y Casado se va a la Puerta del Sol a montar él solo un 15-M en agosto.

El exceso de cristianismo está carcomiendo la augusta moralidad del PP, un partido que se rige por aquella máxima evangélica de que, cuando des limosna, tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha. Tu mano derecha tampoco. Con ellos no se sabe ni lo que hacen las manos, ni los dedos, ni los pies, ni el culo, ni las témporas. Al final, entre tanto asco y tanta trama, se encuentran con tantos pelos en la sopa que no se acuerdan si fundaron un restaurante o una peluquería, si ponerse a sorber o a peinar, pero la limosna va a parar a Génova como dos y dos son Bárcenas.

 

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