Punto de Fisión

Franco es cool

Tenía que pasar, más tarde o más temprano: si triunfa la comida-basura, la telebasura, el cine para idiotas y la literatura para analfabetos, era cuestión de tiempo que triunfase la política de estercolero, la política de mierda hecha con ideas de mierda. El ascenso digital de Xavier García Albiol, ala-pívot de la xenofobia, se corresponde con el descubrimiento de Nuno Silva y del Real Jaén F.C., dos entidades deportivas de las que poca gente había oído hablar hasta que ayer el primero hizo historia el día de su presentación con una camiseta de Francisco Franco.

Nuno Silva sonreía orgulloso y feliz con su camiseta de mierda igual que García Albiol en sus carteles de Limpiando Badalona. Uno lleva a Franco por fuera y otro por dentro. El político catalán es la demostración viviente de que el franquismo y su carga de intolerancia, violencia y fascismo, sigue instalado en el subconsciente hispánico hasta las raíces. Pero el futbolista portugués ha revelado algo incluso más peligroso: que Franco es cool. Mucho más que una moda entre cuatro paletos que se hacen fotos con la bandera gallinácea o que una ideología subterránea que alimenta a un partido heredero directo de un régimen criminal. Es una tendencia, un cambio de paradigma, como si la barba frondosa de los hipster fuese en homenaje a Bin Laden y a los talibanes de Afganistán.

Silva, al menos, ha tenido el reflejo de disculparse en seguida después del pollo que montó. Dijo que era extranjero y que ignoraba la historia reciente de España. La asignatura de geografía le pilla un poco a trasmano, es de Portugal. Los propios españoles que llevarían con la cabeza bien alta esa misma camiseta inmunda (son legión, no nos engañemos, que por eso hay muchísima gente que sigue y seguirá votando al PP) también tienen el mismo problema que Nuno Silva, es decir, que están demasiado cerca del espanto, que son analfabetos profesionales y desconocen la historia de su propio país –los fusilamientos, las torturas, la impunidad de las violaciones y los crímenes, los cientos de miles de cadáveres aún sembrados por montes y cunetas, toda la parafernalia mortal que representa la imagen de ese general bajito.

Llevar una camiseta de un dictador genocida como si fuese Brad Pitt no es únicamente una muestra de ignorancia abisal y de mal gusto crónico. Es también otro aviso de que el siglo XX va a repetirse con todos sus regüeldos de sangre. Entre las sentencias racistas de García Albiol, más allá de su asco ante la mezcla de niños extranjeros con emigrantes o del puñetazo que le metió a un independentista que empezó a abuchear a Acebes, hay unas cuantas ideas que, admitámoslo, podríamos suscribir cualquiera de nosotros. Por ejemplo, esta proclama que animó su campaña de 2011: "No señalo a nadie por el hecho de ser extranjero o diferente. Yo señalo a los que no se comportan y que han venido a aprovecharse". Es exactamente lo mismo que yo pienso de Rato, de Granados, de Bárcenas, del ex alcalde de Valdemoro, José Luis Moreno, que dice que se dedicó a la política para forrarse y para "tocarse los cojones". De tantos y tantos otros que acarician las urnas como un ladrón a una gallina.

 

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