Punto de Fisión

Los negros ya no son lo que eran

Lenny Kravitz ha acabado de fulminar uno de los mitos más persistentes de la discriminación racial cuando, al agacharse en mitad de un concierto, el pantalón de cuero se le rasgó y en el escenario afloró un pene modelo espárrago. Contra todo pronóstico, la gente se lo ha tomado a coña, no como aquella noche legendaria en que a Sabrina se le abrió el escote y le dio un tetazo en la cara a media España, que parecía que aquí nadie hubiera visto nunca una teta suelta. Tal vez la naturalidad se deba a que lo de Kravitz no era un trabuco intratable con la envergadura de los de John Holmes o Ron Jeremy, los grandes pollones blancos del porno. El caso es que la supuesta superioridad del armamento afroamericano se ha venido abajo, otra muestra más de racismo bienintencionado, como la que asegura que los negros tienen un talento natural para la música o para ciertos deportes, lo que es lo mismo que decir que son un poco tontos.

Emilio Sánchez Vicario, aquel tenista soporífero que durante sus torneos hizo más que nadie por promocionar la siesta, dijo a mediados de los ochenta que los tenistas negros no abundan porque el tenis es un deporte que requiere mucha inteligencia. Una afirmación discutible que quedó desmentida desde el momento en que la dijo, ya que el propio Sánchez Vicario no era tan mal tenista. Musculaturas y osamentas aparte, la ausencia de tenistas negros en el circuito tiene mucho que ver con la capacidad para alquilar una pista y pagar a un buen entrenador, del mismo modo que su dominio casi absoluto en ciertas pruebas atléticas obedece al hecho de que correr es un deporte barato. Sin embargo, es muy posible que esa época esté a punto de terminar, como sucedió con la hegemonía de los grandes pesos pesados negros, que prevalecieron en el cuadrilátero durante décadas y que finalmente fueron sustituidos por púgiles rocosos de Rusia, Ucrania y Europa Oriental. El actual campeón de la WBA, Ruslan Chagaev, es uzbeko y lo llaman, no sin razón, "el Tyson blanco".

Pero Kravitz no es el única celebridad de raza negra que ha decepcionado a los fanáticos de cinta métrica. Sin ir más lejos, Obama lleva ocho años demostrando que puede hacerlo tan mal como cualquier presidente blanco, incluido George Bush Jr. De hecho, Obama lleva ocho años con la cremallera de Guantánamo abierta, enseñando al mundo sus vergüenzas, y nadie se ha escandalizado tanto como con el mondongo inesperado de Lenny Kravitz. Debe de ser porque estamos acostumbrados al snuff más que al porno, acostumbrados a ver niños muertos de hambre, jóvenes reventados de un bombazo, edificios borrados del mapa, mujeres abiertas en canal o prisioneros torturados bajo supervisión médica y enfundados en un hermoso mono naranja de butanero idéntico a los que usa el Estado Islámico en sus propios espectáculos. Blanca o negra, ahí sigue abierta la snuff movie de Guantánamo.

 

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