Punto de Fisión

El paro va bien

Como cada año a primeros de septiembre, los arduos matemáticos de La Moncloa están retorciendo a tope las cifras del desempleo para sacar adelante un gráfico decente. Es un trabajo bien jodido, y algunos de ellos merecerían por lo menos la Medalla Fields, el premio Nobel de las matemáticas que se concede cada cuatro años, quizá no tanto por la dificultad de la materia como para mantener la ficción de una alternancia de poder en el gobierno. Hasta la fecha no hay un solo matemático español que haya conseguido la Medalla Fields y mira que han exprimido números.

Al frente del laboratorio aritmético se halla el profesor Mariano, un hombre tan de ciencias que no sólo es incapaz de reconocer su propia letra sino que, como explicó el otro día ante el público, ni siquiera sabe por qué la lluvia cae del cielo. Para no pecar de soberbio, Mariano extendió la ignorancia a lo largo y ancho del mundo: en realidad dijo que "cae porque sí, sin que se sepa exactamente por qué". Es evidente que un país ha alcanzado la mayoría de edad democrática cuando hasta un niño de doce años no muy espabilado puede explicar una lección de Barrio Sésamo a su presidente. El día en que Jose Mari Aznar proclamó a bombo y platillo que España había vuelto con él al primer puesto en la escena internacional fue un preludio del momento en que George Bush Jr. anunció solemnemente que había llegado el momento para la raza humana de entrar en el sistema solar. Un pequeño paso para el hombre y una metedura de pata para la humanidad. Los chicos de mayo del 68 cometieron un craso error al reclamar la imaginación al poder. No imaginaron las cosas que podían imaginar unos cuantos imbéciles.

Lo mismo que aquel día que refutó la tesis del calentamiento global con la ayuda de su primo, el de Zumosol, Mariano se encuentra ahora empeñado en la dura tarea de plegar los datos de la economía  española a los límites del folio que le ha escrito a los Reyes Magos. Cuatro por tres ocho y me llevo quince. Dicho en cristiano, ¿cómo es posible que, después de cuatro años de sacrificios brutales, sangrías, expolios, exabruptos fiscales, subidas salvajes de impuestos y esclavismo laboral ininterrumpido, el número de parados siga siendo netamente superior a los cuatro millones? ¿Y si los sesenta y pico mil parados menos de estos cuatro años van a ser más o menos los mismos que emigraron al extranjero en busca de un empleo? El enunciado del problema se parece a aquellos exámenes del colegio en que un tren sale de Oviedo con 53 pasajeros, en León se bajan 14 y suben 3, en Medina del Campo se bajan 7 y suben 16, y la pregunta es qué lleva en la tartera el maquinista. Hay gente que cuadra un círculo y le sale con barba y gafas.

No hay que buscarle tres pies al gato, especialmente cuando el animalito tiene cuatro patas, dos de ellas amputadas. El espectacular remonte de la economía en los últimos meses es visible si se tiene en cuenta únicamente los beneficios bestiales de los bancos, algunos rescatados con toneladas de dinero público, y las cifras de las grandes empresas, aligeradas por el auge del despido libre y el folklore de los contratos semanales. Todo debe ponerse a la cuenta corriente de Guindos, Montoro y, sobre todo, Rodrigo Rato, el matemático jefe y cerebro supremo de la jugada. Es el pueblo español el que se merece dos medallas: una por gilipollas y otra por si la pierde.

Más Noticias