Punto de Fisión

Pablo Iglesias a dieta

Las últimas encuestas pronostican para las generales de diciembre un alarmante adelgazamiento de Podemos y un brusco engorde de Ciudadanos. El cambio de imagen es lógico, puesto que Pablo Iglesias ha puesto a la formación a dieta estricta de idealismo y no pasa un día sin que pierdan un michelín en Cataluña, medio kilo en Asturias o una lorza entera en IU. Hace sólo unos meses parecía que se iba a comer el mundo y ahora se conforma con no acabar de primer plato.

Hay diversos métodos para perder peso electoral, pero el líder de Podemos los está probando todos a la vez y a marchas forzadas. Dieta Dukan de colaboraciones y alianzas, liposucción de crítica interna, bicicleta a piñón fijo. En cuanto a la cirugía digestiva, la reducción de estómago este verano ha sido tan estricta que Pablo ha decidido no caer en la tentación de ponerse a ciego a canapés en la Zarzuela. Una auténtica lástima porque la Fiesta Nacional es un momento ideal para hincharse a pescar votos, sobre todo entre esos dos millones de cuñados que están pensando si este hombre sabrá anudarse la corbata. La cual es la primera lección para ser presidente en España, a menos que la aspiración de Pablo no sea llegar a la Moncloa sino volver a dirigir una asamblea callejera.

En lugar de ir y chupar cámara, que es de lo que se trata, Iglesias ha preferido dejarle todo el protagonismo a Albert Rivera, que es un señor que no le hace ascos a nada. Aparte de copar televisiones, radios y periódicos, Rivera cuenta con la ventaja añadida de que su gran rival le está dejando el campo libre para ganar el concurso a yerno ideal de España. No entendíamos lo de la transversalidad de la formación naranja hasta ahora, que empieza a vislumbrarse que son más anchos que altos, y que va a ser más fácil saltarlos que rodearlos. A Rivera lo ha menospreciado todo el mundo, primero Rosa Díez, que no se quiso juntar con él, y luego Mariano Rajoy, que lo acariciaba como si fuese el cojín donde sentarse y resultó ser el gato que le va a arañar un montón de votos.

O espabila el núcleo irradiador o en diciembre Podemos puede pasar de la anorexia al ridículo y dejarnos otra vez a las puertas de un sueño, cuando no de un bostezo. Porque no hay un solo votante potencial de Podemos que fuese a cambiar de opinión por ver a Pablo, con corbata o sin ella, aburriéndose en el desfile, mientras que habría miles y miles para los que ese gesto iba a resultar definitivo. Porque (está feo recordarlo) la política, aparte de con ideas, también se hace con gestos, apretones de manos y corbatas. Al fin y al cabo, Maduro no tiene el menor problema de fotografiarse al lado de la bandera venezolana y no digamos Fidel, que la lleva impresa en el chándal. Pablo debería pedirle al rey Felipe que le prestara la teleserie de Juego de Tronos y repasarla a cámara lenta, a ver si lo que cae al cesto en una de las decapitaciones es una coleta.

 

Más Noticias