Punto de Fisión

El sueño de la salud produce cáncer

El cómico Bill Hicks, que era bestia como él solo, tenía un monólogo en que empezaba preguntando al público si les molestaba que encendiera un cigarrillo. Ya lo llevaba puesto en la boca. Muchos levantaban la mano, él sacaba el mechero, empezaba a fumar y decía: "Sólo era para saberlo". Eran aquellos tiempos, no hace mucho, en que un actor no tenía que sacar un pitillo de plástico si la obra le obligaba a un acto contra la salud pública. Hicks soportaba los abucheos, insultos y murmullos, y luego advertía que tenía una mala noticia para los no fumadores. "¿Estáis preparados?" preguntaba, sosteniendo el cilindro letal entre sus dedos. Engolaba la voz y se carcajeaba aullando: "¡Vais a morir todos!"

Hicks, que fumaba como un carretero, bebía como dos y esnifaba sin bajarse de la carreta la línea continua, murió demasiado joven, casi a la edad de Cristo, crucificado por un cáncer de páncreas. Probablemente su adicción al tabaco, al alcohol y a las drogas tuvo algo que ver en el asunto aunque conozco gente que ha muerto de ese mismo horror, más o menos con los mismos años, que no bebían, no fumaban y vivían como anacoretas. Supongo que los mató una sobredosis de chorizo. Hicks sabía que su dosis de nicotina sobrepasaba con mucho los límites razonables. Cuando preguntaba a alguien del público cuánto fumaba y le respondían que unos diez al día, se echaba a reír: "Mariquita. Yo dos. Paquetes no. Dos mecheros". Conjuraba su miedo al enfisema y al cáncer de pulmón con un número más negro que los cimientos de Génova, en donde imaginaba que dentro de unos años tendría que presentarse a actuar con un boquete en la tráquea, aunque seguiría fumando a través de él. De repente la muerte lo atacó por donde menos lo esperaba. No el pulmón ni la garganta ni la boca sino el páncreas.

Es lo que decía John Lennon, que tú haces planes pero la muerte es lo que te pasa. Sí, Lennon dijo otra cosa pero la nota a pie de página la puso un chiflado con una pistola. De hecho puedes hacer los planes que quieras que la muerte los acabará jodiendo, desde dentro o desde fuera, con un accidente de aviación o un infarto, un incendio o un aneurisma, igual que en la variante de aquella fábula medieval del hombre que veía a la muerte en un bocadillo de panceta, se hacía vegetariano y se moría por la noche atragantado con una zanahoria. La OMS está repleta de humoristas que juegan a asustarnos con cosas como la gripe A o la peste porcina, gastamos millones en medicamentos que enferman casi igual que curan, pasa la pandemia, se lleva doce gatos y, mientras tanto, como cada año, viene la malaria y masacra a un millón y pico de personas. Pero como son pobres, y viven y mueren en sitios como Bangladesh, pues no se enteran de nada. Tampoco es que a la OMS la malaria le quite mucho el sueño. Desde luego, ni la mitad que el chorizo.

Esta semana los traficantes de Tamiflú han advertido así, a lo bruto, que la carne procesada provoca cáncer de colon, aunque luego han rectificado y han dicho que depende mucho de la dosis, del componente genético y de otros factores de los que nadie tiene ni puta idea, porque si comer salchichas a dos carrillos tuviera realmente esos efectos devastadores muchas actrices porno, muchos actores gays y casi todos los tertulianos de extrema derecha ya no tendrían culo, y no es el caso. El tipo aquel de Crónicas carnívoras, que se zampaba un trolebús de tocino por programa, debería ser declarado excepción o milagro, igual que Churchill, que fumaba unos ocho habanos al día, bebía incluso agua y al final casi hubo que fusilarlo para que se muriera. En cuanto a la comida, Churchill decía que la única dieta que hacía a veces era comerse sus palabras.

 

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