Para reforzar el voto hipster (potenciado esta semana con un video electoral donde una especie de teleñeco vegano pedía el voto ecologista para salvar a las ballenas) Mariano envió al debate a Soraya vestida de teletubbie mientras él se quedaba en Doñana buscando el voto taurino y cinegético. Es lo bueno del PP, que pesca en cualquier montería al tiempo que sus votantes se van pegando tiros en el pie. Cuando le reprocharon la ausencia del candidato a la presidencia, Soraya replicó: "Somos un equipo". Algo que no dejaron de recordarle sus adversarios desde las otras tres esquinas del cuadrilátero con el recitado de la alineación popular casi al completo: Bárcenas, Matas, Granados y de delantero centro, Rodrigo Rato.

"Hablar es muy fácil" decía Soraya cada vez que alguno del triunvirato de opositores le plantaban una verdad de este estilo delante de la cara. Evidentemente, destrozar el país del modo en que lo han hecho los populares estos cuatro años, con el empleo en números rojos, la Sanidad moribunda, la Educación apaleada y la hucha de los pensiones saqueada, no es nada sencillo. Pero el jugueteo con las cifras -que en estos debates se estiran y se contraen según principios que hubieran desconcertado a Kurt Gödel- llegó al máximo cuando la vicepresidenta en funciones de presidenta dijo en referencia al drama del exilio: "Muchos jóvenes han salido de España. De 700.000 personas que se fueron en esta legislatura, 620.000 no habían nacido". Será por no haber nacido que no van a poder ejercer su derecho al voto. O a lo mejor son los 600.000 puestos de trabajo que se han sacado de la manga, es difícil saberlo tal y como echa cuentas Montoro.

Fue la primera vez en democracia que se estrenaba este formato, con tres candidatos a la presidencia y un muñeco de ventrílocuo manejado por control remoto. Había mucho maquillaje en las caras, aunque en las matemáticas de Soraya lo que había era cirugía estética. Cualquier parecido con la realidad era casualidad la primera vez, coincidencia la segunda y la tercera una acción hostil, ya lo decía Goldfinger. El maquillaje también le sentó mal a Albert, que no paraba de frotarse las manos y de saltar de un pie a otro, como si quisiera abarcar todo el espectro político a bandazos. Decía que no, que no y que no pactaría un acuerdo de gobierno, pero su cuerpo decía todo lo contrario. Puesto que en los debates televisivos el lenguaje gestual explica mucho más que un programa político, escasearon las propuestas concretas y arreciaron las muecas, los encogimientos de hombros, las sonrisas indulgentes e incluso las risas malvadas. No obstante, a pesar de que cuando Rivera se quedaba quieto parecía haber cinco candidatos, seguro que cabían más gestos en una sola cara al otro lado de la tele, en Doñana.

Bien plantado, un boli bic azul en la mano, Pablo se metió en un jardín andaluz para salir luego por un desierto en Siria, demostrando incluso en sus equivocaciones que es el único candidato que representa una alternativa real a lo de siempre, con corbata o sin ella. Los círculos de sudor en la camisa le imprimieron a su breve diatriba final un marchamo proletario. En cuanto a Pdr Snchz, estuvo extrañamente sereno, como si únicamente estuviera entrenando para la gran final con el presidente y hubiera alquilado a los demás de sparrings. No hubo un ganador claro salvo Mariano, quien, además de salir del debate con el cutis intacto, torpedeó la posible Operación Menina sin dejar a salvo ni un enano. Por mucho que se empeñe en farfullar y en tropezar con los números, Soraya no puede sustituir al hombre que nos está dejando el país hecho una mierda, sí, pero que cada semana revienta las listas de videos más vistos con un chiste de primera. El penúltimo ha sido no acudir al debate por culpa de la agenda y quedarse en Doñana con su familia viendo el debate por la tele. No es que mienta, es que tiene la agenda tan repleta que hasta su mujer y sus hijos son actos de campaña.