Punto de Fisión

Que desfile Txapote

Que desfile Txapote
La Legión y su cabra 'Pacoli' durante el desfile del 12 de octubre 'Día de la Fiesta Nacional', en la plaza de Cánovas del Castillo, a 12 de octubre de 2023, en Madrid (España). Alberto Ortega / Europa Press

Nunca veo desfiles de las Fuerzas Armadas, ni el 12 de octubre, ni ningún otro día. Ni en persona ni en televisión. No los veo, básicamente, por una razón: por si me gusta. Imagínate que siento un vacío en el estómago y un nudo en la garganta al contemplar todos esos hombretones de uniforme, marchando al unísono y haciendo cosas viriles: tendría que replantearme mi sexualidad de cabo a rabo. Disculpen el salto en el escalafón. Peor todavía sería si lo que me excitara fuesen los aviones, los tanques, los camiones, las metralletas, igual que cuando tenía nueve años y jugaba a los soldaditos con mis Madelman y mis Geyperman. Entonces tendría que replantearme mi edad mental.

Seguro que se trata de un problema mío, una falla en la glándula del patriotismo. Ahora en serio, la verdad es que quedé definitivamente vacunado contra los desfiles y marchas militares allá por 1989, en el Gobierno Militar de Burgos, donde cumplí con mi deber con el país entregando gratis un año de mi vida al ejército. Allí me hinché de ver desfiles y de participar en marchas, porque otra cosa no, pero en el servicio militar lo de marchar y desfilar se lo tomaban muy en serio.

Había que repetir una y otra vez los mismos movimientos (derecha, ar, izquierda, ar, de frente, ar) con el fin de que todo saliera aceitado, perfecto, milimétrico. Es normal que a Abascal, a Aznar o a cualquiera de esos enchufados que se saltaron el noviazgo con la patria se les ponga palote con un desfile en La Castellana: no tienen ni la más puta idea de qué va la vaina. Luego se pasan toda la vida arrepintiéndose e intentando enderezar el gatillazo a base de poses marciales y camisetas verdes: en el fondo saben muy bien que perdieron para siempre su oportunidad de hacerse hombres.

La repetición es la base del entrenamiento militar, también del entrenamiento deportivo, del religioso y del espiritual; repetir una y otra vez movimientos, oraciones y mantras hasta que la mente se queda en blanco y uno no es nada más que un discípulo a la espera de la revelación, un soldado dispuesto a entrar en combate. De ahí que en el desfile de las Fuerzas Armadas del 12 de octubre no sólo se repiten cada año los mismos regimientos, los mismos camiones, los mismos saltos en paracaídas y las mismas maniobras aeronáuticas, sino también los mismos aplausos, las mismas banderas y los mismos abucheos al presidente socialista de turno. Esta última es una tradición casi tan augusta como la de aplaudir a la cabra de la Legión, aunque bastante más ruidosa: entre el presidente y la cabra, buena parte del público muestra sus preferencias.


No obstante, siempre hay alguna novedad y este año ese núcleo de espectadores fervorosos ha introducido dos cánticos de actualidad: "Que te vote Txapote" y "Puigdemont a prisión". Reitero que nunca he visto un desfile militar por televisión, pero me imagino que debe de haber comentaristas especializados en el género, del mismo modo que los hay para las carreras de sanfermines o los desfiles de Victoria´s Secret. Mucho me temo que lo de "Que te vote Txapote" lo vamos a oír varias veces más, por lo menos otros cuatro años. Viva España.

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