Punto de Fisión

El animal menor

En esa obra maestra del cine de aventuras que es Master and Commander, hay una escena que resume muy bien el dilema de las democracias modernas. Durante la cena, el capitán Jack Aubrey desafía al médico a que escoja entre dos gorgojos que están tranquilamente deslizándose sobre un plato; entonces el médico se pone las gafas y escoge el gorgojo más gordo. Los traductores hicieron lo que pudieron para salvar un juego de palabras en inglés (entre evil y weevil) que trabaja a varios niveles y que en jerga marinera alude también a las relaciones homosexuales más o menos forzosas que acaban produciéndose en las tripulaciones de los barcos durante los largos meses en alta mar. "Le pillé, doctor" ríe Aubrey, dando una palmada sobre la mesa. "En la marina hay que escoger siempre el animal menor".

Hasta en castellano se entiende que es mejor el mal menor, aunque un gorgojo siga siendo un gorgojo. Zizek reveló que la famosa sentencia de Churchill ("la democracia es el peor sistema de gobierno posible, con excepción de todos los demás") se trataba de una artimaña lingüística que no engaña más que al que quiera engañarse. No dice que sea "el mejor" sino "el peor". Borges lo expresó con su malicia habitual: "la democracia es un lamentable abuso de la estadística". Admirador confeso de Videla, el argentino quizá no olvidaba que el más espantoso tirano de la historia reciente, Adolf Hitler, llegó al poder gracias a los votos del pueblo alemán. A nadie con un dedo de frente se le escapa que el sistema parlamentario actual, de Estados Unidos a Japón, no tiene de democracia más que el nombre.

El simulacro de libertad que ofrecen las democracias modernas resulta tan explícito como esos menús baratos donde no hay ninguna opción para vegetarianos. En Estados Unidos, la madre del invento, las posibilidades se han reducido tanto que no hay más que dos platos del día, demócratas y republicanos, derecha y extrema derecha, o como dijo Bukowski, mierda caliente y mierda fría. Se trata de escoger, entre dos gorgojos, el gorgojo de mejor calidad, el animal menor, y para eso los patrocinadores fomentan los candidatos que mantengan el juego dentro de los límites de una ruleta trucada. Como advirtió en su día Matías Vallés, si el hijo de un ex presidente ha llegado a presidente y la esposa de otro ex presidente puede llegar a presidente, ya no hay mucha diferencia entre la democracia estadounidense y el imperio romano.

Donald Trump ha subido las apuestas con un comentario en el que afirma que si Hillary Clinton fuese un hombre, "no ganaría ni el 5% de los votos". Es una afirmación soez, sí, pero también el mismo tipo de regüeldo berlusconiano, cocinado a base de machismo, racismo y/o estupidez, que ha llevado a este botarate a la cima de la candidatura republicana. Lo peor de todo es que tampoco hay mucha diferencia real entre Trump y Clinton, aparte del sexo y las balandronadas. Bernie Sanders, el único candidato que presentaba algo de sensatez y una opción real de cambio, nunca tuvo muchas oportunidades de presentar batalla. Hillary Clinton ganará, casi seguro, y muchos se alegrarán como en su día se alegraron por la victoria de Obama, pero el menú seguirá siendo gorgojo poco hecho.

 

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