Punto de Fisión

El retraso del Papa Francisco

El Papa Francisco ha dicho que el estado debe ser laico, pero probablemente no se refiere al Vaticano, que es donde él vive y suelta estas chorradas según le baja el balón a media altura. No sé si esta última chorrada laica y estatal la ha expectorado en un palacio, en el papamóvil o en el papavión. Es un hecho que las alturas suelen afectarle: en medio de una travesía transatlántica, en cuanto desabrochan los cinturones, el Papa agarra un micrófono y empieza a bailar la conga por todo el aparato. A veces da la impresión de que en lugar de un pontífice han elegido a un cómico.

Lo del estado laico es un invento que tiene dos siglos por lo menos, que es aproximadamente el retraso que lleva la iglesia católica respecto a la ciencia, la sociedad, la historia y otras instituciones pertinentes. Aunque ahora se las dan de muy tolerantes y tal, son enemigos a muerte de la cultura, y siempre lo han sido, al igual que los clérigos mahometanos, hebreos, budistas, o de cualquier otro credo. Han quemado a gente por escribir libros, por leerlos, por almacenarlos y hasta por ojearlos. Han quemado hombres y han quemado libros, a millares, y si pudieran, lo seguirían haciendo. En 1992, otro de estos virreyes celestiales, Juan Pablo II, pidió perdón a Galileo por la condena en la que se le obligó a retractarse públicamente de un descubrimiento científico que contradecía las santas escrituras. El perdón llegó con más de trescientos años de retraso, los que lleva el pobre Galileo muerto y los que llevan los pobres católicos comulgando con ruedas de molino.

El Papa Francisco, aparte de cabeza visible de la iglesia católica, también es jefe de estado y no parece que de momento, a pesar de sus pomposas declaraciones, vaya a establecer en el Vaticano la libertad de culto y empiecen a proliferar las mezquitas, las sinagogas, las escuelas de yoga, los museos del jamón y las saunas. Tras varios siglos a dieta de italianos y después de probar con diversos modelos retrógrados centroeuropeos (un santo polaco y un pastor alemán), la alta jerarquía católica ha decidido apostar por un producto de ultramar, un religioso sospechoso de colaboración con la dictadura de Videla y argentino profesional, de los que cuando arranca a hablar no se calla ni por esguince de lengua.

De momento el invento ha funcionado y hay ingenuos que se piensan que Bergoglio en cualquier momento va a abjurar del catolicismo, va a cambiar la casulla por un poncho y va a montar un 15-M en la plaza de San Pedro. En realidad, el Papa Francisco es un político nato, un experto en brindis al sol que habla de los derechos de los homosexuales poco antes de vetar a un embajador gay y critica los excesos del capitalismo mientras la Banca Vaticana sigue forrada de oro hasta los dedos de Dios padre en la Capilla Sixtina. Su penúltima operación de marketing fue prometer que llegaría un día en que las mujeres pudieran realizar tareas en la iglesia, pero será el día en que los sacristanes se harten de pasar la fregona.

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