Punto de Fisión

Qué fácil es ser pobre

En una entrevista en la revista Cinco Días la baronesa Carmen Thyssen ha hecho una de esas declaraciones que suspenden las rotativas, incendian las redes sociales y abren nuevas perspectivas al pensamiento humano. "Ser rico siempre es difícil; conlleva una gran responsabilidad" ha dicho. Es una frase que sorprende al principio, que cuesta digerir, pero en lo de la responsabilidad no cabe duda alguna: con lo que se gastan algunos millonarios en un día podrían vivir desahogadamente un mes varios miles de pobres. Hay que calcular bien y no desperdiciar el dinero a lo loco.

En realidad, la urgencia del titular ha amputado la declaración completa, que viene a quedar así: "Ser rico siempre es difícil; es peor ser pobre. Conlleva una gran responsabilidad para uno mismo y las personas que dependen de ti". A pesar del recochineo, el rencor y el clasismo repugnante con que han sido criticadas sus palabras, lo menos que puede reconocerse es que la baronesa habla de primera mano puesto que conoce bastante bien ambas situaciones. Aunque nunca ha sido exactamente pobre, puesto que su padre tenía un taller mecánico en Barcelona y ella pudo estudiar en diversos colegios privados, sí que sufrió luego bastantes apuros -sobre todo durante la época de su matrimonio con Espartaco Santoni-, tantos que hasta que tuvo que desnudarse en alguna película de Mariano Ozores.

Los pobres nunca entenderemos la angustia extrema de ser multimillonario. Demasiado preocupados con los problemas elementales de vivienda, manutención y subsistencia, no nos caben en la cabeza los desvelos impensables que acarrea el hecho de poseer mansiones, yates, aviones privados y cuentas nada corrientes. Es igual que en aquella historia del rico que está arrodillado en la iglesia frente a una imagen de la Virgen, pidiéndole que le eche una mano en una deuda de varios millones de euros con Hacienda. Entonces ve a un gitano que está delante de la misma Virgen, rezándole porque no tiene nada con lo que alimentar a su familia. El millonario se levanta, saca la cartera y le da al gitano cien euros: "Toma, vete al supermercado y déjame a la Virgen en paz, que me la distraes".

Basta esta sencilla fábula para comprender lo fácilmente que se solucionan los problemas de un pobre mientras que apenas tenemos idea de la aterradora angustia que supone ser rico. Una vez que se encontraba sin un dólar en el bolsillo, Scorsese fue a mendigar dinero a Coppola y éste replicó: "No me jodas, Marty. Tú no tienes nada pero yo debo cincuenta millones". Admitámoslo: ser pobre es peor, sí, pero está tirado. Dallas, Falcon Crest, Dinastía, Los Colby, Ana y los siete y otras joyas del octavo arte nos han aleccionado sobre la espantosa carga de la riqueza, los misterios de intentar distinguir en una mesa la pala del pescado y la dificultad tremenda de dormir entre sábanas de seda con la sensación horrible de que jamás te faltará de nada. Sólo con semejante fardo a las espaldas puede uno valorar la gran labor de gobierno del PP, como cuando hace un par de años Carmen Thyssen dijo en una entrevista con Luis del Olmo: "Rajoy no miente, yo me enamoré de mi marido por lo mismo, porque nunca me mintió, nunca dijo una mentira". En cuanto a las cifras del paro y el desastre de la economía, explicó: "Estos son legados también que se han recibido ya así". De legados la baronesa también sabe un rato largo.

 

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