Punto de Fisión

Made in Rodiezmo

Se aglomeran tantas y tan variadas etiquetas en el reportaje con que la revista Interviú ha desenmascarado al ex líder sindicalista José Ángel Fernández Villa que se hace difícil tragárselo entero. Debe de ser porque se trata de un caso de corrupción transgénica que mezcla el sindicalismo, el psocialismo, la sidra y la minería. Veinte años cobrando una pensión máxima por un accidente laboral en la mina el cual, en realidad, ni tuvo lugar en la mina ni fue exactamente un accidente laboral. Aunque esto último no es tan seguro, porque que se te caigan encima unas cuantas cajas de sidra durante la fiesta psocialista de Rodiezmo sí podría considerarse accidente laboral; no hay más que ver lo que han currado Toxo o Méndez desde que se pusieron al frente de sus respectivos sindicatos.

La historia de Fernández Villa recuerda bastante la de Enric Marco, otro sindicalista (esta vez de la CNT) que fue durante años presidente de la Amicale de Mauthausen en España. Gracias al empeño del historiador Benito Bermejo, al final se supo que Marco no había estado en Mauthausen más que de turismo, que había salido de España al término de la Guerra Civil para trabajar en la industria bélica alemana y que su arresto por la distribución de propaganda antinazi concluyó con tres semanas de cárcel y un juicio rápido en que lo absolvieron y lo devolvieron a casa. Con esos escasos datos -igual que el pescador que inventa un tiburón donde coleaba una trucha- Marco fue cocinando un pasado ilusorio de resistencia antifascista que lo llevó a liderar la asociación de presos veteranos de Mauthausen. Contaba las torturas, sufrimientos y castigos del campo como si hubiera estado ahí, pero lo hacía, según él, para darle más verosimilitud a su relato.

Hay una diferencia clara respecto a Fernández Villa y es que Enric Marco, aunque reforzó su ego a base de patrañas, no se lucró económicamente con ellas. En cambio, el Tigre de la Mina no sólo se convirtió en el hombre que podía paralizar Asturias con sólo levantar el puño izquierdo, sino que amasó una auténtica fortuna exprimida mes a mes del erario público. El accidente en la mina era falso, el parte médico era falso, el puño izquierdo era falso, el pañuelo al cuello era falso, los discursos de Rodiezmo eran falsos, los líderes que lo auparon y a los que ayudó a aupar (Alfonso Guerra, Francisco Alvárez Cascos, Rodríguez Zapatero) eran más falsos que un euro con la cara de Lenin. Lo único real, por desgracia para ellos, eran los mineros.

Lo más asombroso de esta historia es la cantidad de cómplices que colaboraron en amañar la superchería, desde el jefe de personal del Pozo Candín al médico que firmó el parte de baja, pasando por los compañeros que callaron o miraron para otro lado, eso por no hablar de la impenetrable muralla de silencio con que se mantuvo intacta a lo largo de dos décadas. A Fernández Villa, al que pocos recuerdan agachado en el tajo arañando carbón, lo han pillado por acogerse a la amnistía fiscal para intentar limpiar casi un millón y medio de euros. Hay un montón de cosas en esta historia que explican la ruina del sindicalismo español pero casi todas las contó ya Platón en el mito de la caverna.

 

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