Punto de Fisión

Muertos made in USA

La explosión de una bomba casera en un barrio de Nueva York este fin de semana ha conmocionado los cimientos del imperio y de buena parte de la metrópoli, hasta el punto de que todos los telediarios y periódicos europeos abrieron en portada con el petardo a pesar de que no había ni una sola víctima mortal. Una vez más, la noticia no es otra sino Nueva York, ya que cuando revienta una bomba en el centro de Kabul o de Bagdad, llevándose por delante a medio centenar de personas, se considera poco menos que normal, cosa de mal tiempo, y se incluye en la sección de meteorología.

Poco después de la explosión, el alcalde Bill de Blasio tranquilizó a la población diciendo que no se preocuparan, que el artefacto -una olla a presión con cables similar a las que estallaron en la maratón de Boston- era de fabricación nacional. Por lo que había que preocuparse era por el tarado que en un centro comercial de Minnesota apuñaló a ocho personas después de invocar a Alá. Tampoco llegó a matar a nadie: por suerte, un policía fuera de servicio sacó la pistola y acabó con él. Los dos incidentes sucedieron casi a la vez, pero la simultaneidad no revelaba un origen común. El Estado Islámico reivindicó las puñaladas en nombre de los yihadistas que combaten en Siria e Irak, pero dejó pasar la oportunidad de dejar una firma en el norte de Manhattan.

De lo que ya se hablado menos es de los más de sesenta soldados sirios muertos en un ataque de la coalición internacional liderada por Estados Unidos cerca del aeropuerto de Deir Ezzor. Eso -la muerte y la insignificancia informativa- les pasa por estar en Siria en lugar de estar en Nueva York. El comunicado con que los responsables del Pentágono intentan excusarse por el error cometido en mitad de la tregua parece un monólogo de Gila; al comentar la compleja situación militar que se vive en Siria, con las tropas gubernamentales y las milicias del ISIS operando muy cerca unas de otras, sólo les faltó decir: "Oye, que en vez del alto el fuego hicimos el fuego alto". Como si la compleja situación militar no tuviera nada que ver con ellos.

Esa confusión entre los uniformes del ISIS y los uniformes del ejército regular contrasta bastante con la precisión de los bombardeos en Libia donde la distinción entre las tropas rebeldes y las leales a Gadafi consistía en que los primeros llevaban camisetas del Madrid y los segundos del Barca. O puede que fuese al revés, no estoy seguro. El caso es que en Libia los misiles buscaban con exactitud infalible su objetivo, como si tocasen al timbre antes de explotar, para estar seguros de que mataban únicamente a los malos. Con Estados Unidos pasa lo mismo que con algunos matones de mi infancia, que allá por donde andaban, las hostias rondaban cerca, y nunca sabías si era mejor ser su amigo, ser su enemigo o no ser nada, porque alguna hostia te iba llover encima a ti. A menudo, la única manera de escapar de un matón es crecer.

 

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