Punto de Fisión

Trump en la cacharrería

Una de las últimas paradojas de esa paradoja con patas llamada Trump ha sucedido en el momento en que advirtió severamente a la prensa que tendrá que rendir cuentas ante él. Toda una primicia en la Casa Blanca que fue publicada de inmediato por la prensa. Habitualmente, en los países democráticos -incluso a veces en España- es el político el que tiene responder ante los periodistas, una línea de contención que en sus mejores momentos nos dio el Watergate. Sin embargo, Trump ha preferido invertir los términos de esta relación siguiendo los pasos de su modelo, Jesús Gil. Todavía no ha cogido confianza, pero en el momento que lo haga y en cuanto le salten al paso un Woodward o un Bernstein, los españoles ya tendremos lista la traducción más fiel de su reacción: "Piriodistas, babiosos, hijiosdeputa".

Trump se enfadó mucho porque al día siguiente de su toma de posesión se publicaron unas fotografías aéreas de la explanada de la Casa Blanca con unas multitudes raquíticas, del estilo de una investidura borbónica. "Es mentira" dijo. "Yo estuve allí. Parecía que había un millón o un millón y medio de personas. Y hacen ver que no había nadie. Les hemos pillado y van a pagar un alto precio por ello". Es cierto que, desde su perspectiva, sobre la tarima, parecía que había mucha más gente pero la toma cenital no ofrece dudas: comparado con la primera investidura de Obama allí sólo acudieron cuatro gatos. El problema es que el trampantojo (conocido a partir de ahora como "perspectiva de Trump") va a ser a partir de ahora la regla aúrea con la que medir las relaciones con la prensa, las relaciones internacionales y la paz mundial. El trampantojo no engaña: también le votaron cuatro gatos, comparado con los que votaron a Obama, y salió elegido presidente.

En su primera comparecencia pública ante los medios, Trump ya les había regañado por publicar meses atrás que él tenía un enfrentamiento personal con los servicios de inteligencia en general y con la CIA en particular. "No hay nadie que sienta mayor aprecio por los servicios de inteligencia que Donald Trump" dijo. "Nadie". Aprecio que había demostrado unas semanas antes cuando, en pleno forcejeo contra Clinton, había acusado a los servicios de inteligencia de filtrar noticias falsas contra él: "¿Vivimos en la Alemania nazi?" se preguntaba el entonces futuro presidente con una notable pirueta retórica. No, vivimos en la caverna neoliberal de Donald Trump, la América profunda de la posverdad.

Para compensar estos y otros patinazos, Trump se apresuró a cumplir algunas de sus promesas electorales sin aguardar siquiera una semana de rodaje. El primer día, antes que ninguna otra cosa, firmó la orden ejecutiva que ponía en practica el desmantelamiento del Obamacare, el proyecto de cobertura sanitaria para los desprotegidos auspiciado por el anterior presidente; el segundo día advirtió que cancelará los tratados firmados para respetar el medio ambiente y borró de la web de la Casa Blanca las referencias al cambio climático y a los derechos de los homosexuales; el tercer día suprimió la versión en español de la misma página web.

El monocorde tono apocalíptico con que la prensa mundial dio cuenta de la ceremonia de investidura del nuevo presidente no ofrecía lugar a dudas: más que de una toma de posesión se trataba de una posesión infernal en toda regla, y las multitudes que se manifestaban en diversos puntos de Estados Unidos estaban intentando un exorcismo. Hay una cuarteta de Nostradamus que habla del "gran aullador sinvergüenza y audaz" que "será elegido gobernador del ejército" y que los especialistas en catástrofes se han apresurado a encajar en el cardado naranja del nuevo presidente." Tampoco les costó mucho entresacar una línea de su discurso ("hemos devuelto el poder al pueblo") calcada en entonación y significado con una línea idéntica del discurso de Bane, uno de los villanos de la última película de Batman. Un disparate puesto que el villano al que más se parece Trump no es Bane sino al Pingüino. Aunque se rumorea que también podría aparecer en la próxima entrega de Torrente.

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