Punto de Fisión

Pujol: agárralo como puedas

En La jungla de asfalto, la película de Johh Huston, hay una sentencia terrible que advierte: "Nunca puedes fiarte de un policía porque, cuando menos te lo esperas, se pone de parte de la ley". Con muchos policías españoles no hay peligro de que ocurra eso, de manera que puedes confiar en ellos al cien por cien. Que es lo que han hecho diversos ministros de Interior y de Justicia en las últimas décadas, fiarse a ojos cerrados y a pies juntillas, y así les ha ido. A ellos y a nosotros. No hay más que ver otra película estrenada el año pasado, El hombre de las mil caras, que narra la odisea inverosímil de Francisco Paesa, para hacerse una idea de la clase de los pilotos de alta competición que han dirigido los servicios secretos del país.

En cualquier otro lugar estrenan El hombre de las mil caras y el gentío sale a la calle con sogas y guadañas para reclamar justicia. En España, en cambio, nos reímos mucho porque estamos acostumbrados a Mortadelo y Filemón y a Anacleto, agente secreto. Que un personaje como Luis Roldán (que había ganado los títulos de ingeniero y economista en una rifa en Ferraz) llegase a Director General de la Guardia Civil sólo con un máster en abrir botellines, demuestra que lo del sueño americano, al lado de la siesta hispánica, es una tontería. De fondo, para dar prestigio, aparecen Vera, Barrionuevo y Belloch, tres patas de un banco con las que en Hollywood hubieran resucitado a los Hermanos Marx.

Hemos tenido que esperar más de veinte años para enterarnos en el cine de lo que ocurrió con Roldán, así que calculo que habrá que aguardar otros veinte para disfrutar con las aventuras de la brigada política de Fernández Díaz. Yo no sé si los guionistas se van a atrever a sacar al ministro condecorando una talla de madera o charlando con su ángel de la guarda, pero es que la realidad se permite lujos que la ficción no puede costear. Pienso en los espectadores del futuro atendiendo a la escena cumbre del diálogo entre Rato y Fernández Díaz, y me los imagino pidiendo en masa la devolución de la entrada porque no les habían advertido que era una película de ficción. Las carcajadas van a oírse en el extranjero cuando llegue la escena en que un policía encuentra un pendrive con información compremetedora sobre los Pujol con varios años de retraso:

-¿Pero dónde estaba esto?

-Lo encontré al ordenar unos cajones, señor juez. Entre unos boletos de quinielas y unos ejemplares atrasados de Playboy.

-La última vez que me dieron un pendrive de éstos había 3 gigas de porno y un virus que me jodió el ordenador.

-Ese estaba en otro cajón.

No se sabe que es peor: que la explicación que han dado sea falsa o que sea verdadera. Casi mejor que sea verdadera: como novelista me parece insuperable lo de encontrar las pruebas irrefutables de un delito ordenando los calcetines en un cajón. Al final descubriremos que lo mejor es guardar el pendrive dentro de un calcetín, echarlo a la lavadora y que sea lo que Balay quiera. Los llaman servicios de inteligencia, sí, pero para despistar.

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