Punto de Fisión

El cocinero, su aprendiz y otros trabajos Michelin

Aprovechando a fondo la fiesta del 1 de mayo, esta semana se ha enseñado al público una muestra de las nuevas relaciones laborales según las últimas tendencias de temporada. En esta Pasarela Cibeles del Trabajo han desfilado el megacocinero Jordi Cruz, la escritora de bestsellers Ivanka Trump y el Duque de Edimburgo, más o menos por ese orden. Puesto que lleva más años que ninguno dando ni palo al agua, es conveniente empezar por el monarca consorte, uno de los hombres que más ha hecho por ayudar al feminismo en la categoría de florero alfa. La noticia de que por fin me lo jubilan, a punto de cumplir los 96, resulta doblemente contradictoria, primero porque ignorábamos que hubiera trabajado alguna vez, y segundo porque no sabíamos que estuviera vivo. Hace décadas que la monarquía británica sobrevive en estado letárgico y únicamente los alevines daban señales de vida, entre borracheras y vomitonas, hasta que de pronto Felipe de Edimburgo se ha marcado él solo un brexit.

No lo parece ni de coña, pero lo cierto es que el Duque, aparte de como hombre-anuncio de la reina, lleva toda la vida trabajando a tiempo completo de metepatas. Es un humorista consumado y los tabloides británicos se apresuran a compartir sus hallazgos cómicos para que el pueblo vea que paga por algo más que el sueldo de los jardineros del palacio de Buckingham. Durante una recepción con el papa Benedicto XVI en Escocia le preguntó a una política conservadora, señalando la típica corbata tartán del líder laborista escocés, si también llevaba bragas a cuadros. Al comentarle Barack Obama que en un mismo día se había reunido con Cameron, Brown y Medvédev, al Duque le extrañó que Obama pudiera distinguir a unos de otros. Hay que reconocer que ahí no le faltaba razón, aunque su punto fuerte son los comentarios racistas, machistas y de mal gusto. En una recepción en Kenia logró parir un ramillete con todas sus especialidades resumidas en cuatro palabras, cuando una señora negra se acercó a darle un regalo y él le preguntó: "¿Eres una mujer, no?" La longevidad de este augusto ejemplar monárquico demuestra que la edad de jubilación debería retrasarse como mínimo hasta los 95 años, puesto que él lleva lo menos 89 haciendo el ossobuco.

Ivanka Trump, hija del actual presidente de los Estados Unidos, es otro ejemplo de florero que se sale del tiesto e inaugura carrera de humorista. Ha escrito un libro dando consejos a las mujeres currantes en las que imparte lecciones sobre cómo ser madre, trabajadora y tener éxito. El chiste es bestial aunque, en realidad, sobra el final: bastaría con decir que Ivanka Trump ha escrito un libro. Y lo mejor de todo es que éste no es su primer libro, sino el segundo. Promotora inmobiliaria, empresaria, multimillonaria, asesora presidencial por obra y gracia del dedo paterno, amén de madre con dos niñeras y varios cocineros y criados a su cargo, causa asombro saber de dónde habrá sacado tiempo esta señora para encontrar un negro. El título podría ser también la primera frase y la última: Mujeres que trabajan: reescribiendo las reglas para el éxito.

Quien abrió la veda en España fue Jordi Cruz, insigne censor de mejillones, quien reveló al país la situación laboral de los restaurantes con estrellas Michelin y, ya de paso, de un montón de empresas, para que el 1 de mayo volviera a su condición eclesiástica de San José Obrero. La nueva oferta sindical consiste en ofrecer la esclavitud voluntaria mediante el procedimiento de contratar aprendices, becarios y pardillos varios que se ofrecen a pelar cebollas (o a escribir gratis en el Huffington Post) a cambio de la experiencia de pelar cebollas. Además de cambiar de arriba abajo el estatuto de los trabajadores, también habrá que revisar la segunda acepción de la RAE de "trabajo" como "ocupación retribuida". Cruz está desmontando la legislación laboral con el mismo gracejo con que Ferrán Adriá deconstruye la tortilla de patatas. Su próxima cita televisiva va a ser en First Dates con un inspector de trabajo. Por supuesto, la palabra clave aquí es libertad: la libertad del becario para ofrecerse como mano de obra esclava. Ya había diversos precedentes en el mundo de la alta cocina, el más célebre de todos, el de Arwin Meiwes, el caníbal de Rotemburgo, que se reunió con un voluntario para cortarle la polla, cocinarla y comérsela juntos hasta que se desangrara. La receta no está publicada pero seguro que en Masterchef le ponen tres cojones Michelin.

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