Punto de Fisión

Vente pa España, Klaus

Vente pa España, Klaus

La decisión del gobierno español de permitir la entrada del turismo alemán en Semana Santa al mismo tiempo que se restringen los viajes entre las diversas comunidades autónomas pudiera resultar paradójica de no ser porque nuestros gobernantes saben muy bien lo que se hacen. Hasta tal punto el coronavirus ha puesto patas arriba un montón de creencias médicas y echado por tierra la lógica, la prudencia y el sentido común que nuestros dirigentes han decidido imitarlo, para que se joda. Cada vez más cuesta distinguir de qué lado de la pandemia están, igual que aquel paralítico de una novela mía, Punto de fisión, que estaba un día parado en un semáforo y vinieron unas chicas con una hucha y unas pegatinas a que les ayudara con un donativo contra el cáncer: "No, no -decía Domingo-. Yo estoy a favor".

En Madrid, el fantástico lema electoral de Ayuso -"comunismo o libertad"- se ha materializado en una barra libre generalizada donde la curva se está doblegando a base de convites, borracheras y botellones, una estrategia que es la envidia de medio mundo y mediante la cual, desde Baviera, vamos a importar la Oktoberfest a lo largo de buena parte de nuestras costas hacia finales de marzo. "Vente pa España, Klaus" puede ser el eslogan de esta Semana Santa, ilustrado con una cama de hospital conectada a un tanque de cerveza. Si el alcohol desinfecta las heridas y fumiga a las bacterias, cómo no va a desanimar al coronavirus.

Estamos poniendo en práctica aquel viejo refrán ("si no puedes con tu enemigo, únete a él"), no sólo con el coronavirus sino también con Ayuso, vacunándonos a base de cubatas y transformando el país entero en un bar. Gracias a la ayusización, en menos de un año hemos pegado el mismo bandazo ideológico que Unamuno, quien primero dijo que teníamos que europeizar España y luego dijo que no, que nos salía más a cuenta españolizar Europa. En el momento en que los contagios suben en Alemania como la espuma en las jarras, nos traemos un montón de alemanes a Mallorca, a Málaga y a Alicante, a ver qué pasa. Al fin y al cabo los alemanes no vienen aquí buscando estudio, calma, reflexión, científicos y Unamuno, sino más bien sol, diversión, copazos, camareros y Alfredo Landa. Este experimento de la Semana Santa nos permitirá comprobar, de paso, si las cepas germánicas son resistentes al calimocho.

Día tras día, Pedro Sánchez, Fernando Simón y el nutrido equipo de especialistas van repitiendo las mejores secuencias de Lloyd Bridges en Aterriza como puedas. "Elegí un mal día para dejar de fumar" dice Bridges ante las primeras señales de catástrofe e inmediatamente se mete tres o cuatro cigarrillos por la boca, la nariz y las orejas. "Elegí un mal día para dejar de beber" añade, cuando las cosas se tuercen, y a continuación se casca una botella de aguardiente de un buche. "Elegí un mal día para dejar de aspirar pegamento" comenta, con los pelos electrificados del subidón, resignado a los batacazos de nuestro gabinete de sabios con la cosecha de ataúdes en verano y en navidades. Al señalarle que deberían encender las luces del aeropuerto para que el piloto pueda ver la pista de aterrizaje, Lloyd Bridges sonríe astutamente y profetiza a Fernando Simón explicando por qué, en lugar de cerrar las fronteras, van a dejar que vengan una legión de turistas teutones en tromba justo en el momento en que se dispara el pico de contagios en Alemania: "No. Eso es justo lo que ellos esperan".

 

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