De cara

El ciclismo se ha ganado un rato de escepticismo

El tiempo igualará las victorias de Contador a las de sus antecesores y tal vez, si es que el ciclismo sobrevive por entonces, a las de sus sucesores. Se impondrá la aritmética, que no distingue, simplemente suma. Y hasta quizás sea una sensación más justa que la fría de hoy. Porque los triunfos de Contador, y no por su culpa, no alborotan los corazones como antes. Al ciclismo se le ha caído la épica y el entusiasmo, su prodigiosa capacidad para transmitir emociones y enganchar. El escepticismo le ha comido terreno a la excitación. Ni siquiera los especialistas que reclaman más atención (acabo de hacer la prueba con Romo) saben el desarrollo que utilizó el madrileño en su ascensión a la Marmolada. En tiempos de Induráin, hasta los niños conocían el número de plato y de piñón que usaba cualquiera de sus competidores. El ciclismo se ha suicidado. Tiró caprichosamente por la borda su posición de privilegio. Lo sepultó el dopaje. Estimulado por unos, escondido por casi todos, comprendido por los demás. La trampa, las frases cómplices ("con spaguetti no se sube el Tourmalet"), el cínico victimismo (como si la vigilancia menor sobre otros deportes excusara las fechorías propias). El afán de los médicos, la ambición de los técnicos, la sumisión de los corredores, el silencio de su periodismo. Cuando tocó plantarse, dudaron. O participaron o consintieron. No ocurrió así en el atletismo, otro deporte muy manchado, que al menos fue categórico con el tramposo, nunca piadoso. Y por eso conservó la reputación. Al ciclismo no le queda. Por culpa de la mayoría, se ha convertido en sospechoso habitual. La gente no acusa, pero tampoco cree. Y por eso se resiste a ilusionarse. Es un freno espontáneo. Como el entusiasmo, que sale solo, no se finge. Forzarlo es engañar y engañarse. Contador no es responsable de la prudencia actual. Pero tampoco demonicen a los que ahora se contienen. Señalen al ciclismo, que es el único culpable de su suerte. Contador ganará el Giro. Enhorabuena. Pero no pretendan además que me levante.

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