Del consejo editorial

Elecciones en Galicia y País Vasco

RAMÓN COTARELO

En el tramo final de las elecciones, con los últimos sondeos sobre la mesa, la situación presenta una apariencia paradójica: los vaticinios auguran escasas variaciones (excepto en el caso del Partido Socialista en el País Vasco) y, sin embargo, aquella es más incierta que nunca. La razón es que, por el ámbito de las consultas, el resultado depende de dos o tres escaños.
En el ámbito estatal, estas elecciones son más importantes para el PP que para el PSOE. Aunque los escándalos de la corrupción han forzado la declamación unitaria de los conservadores, sigue abierta la cuestión del liderazgo. Se vaticinan pocos cambios; si acaso, un leve descenso, del PP en el País Vasco, en donde el partido no es determinante por lo que dependerá de la voluntad del PSE para llegar al Gobierno. En Galicia, en cambio, de producirse un leve incremento del voto al PP, éste puede recuperar la mayoría absoluta. Así, Rajoy se ha concentrado en su tierra al entender que es allí donde se juega su liderazgo.

Para el PSOE las dos consultas son menos decisivas en el ámbito estatal, si bien no cabe ignorar el hecho sorprendente de que la crisis económica no le pase factura a pesar de la tendencia tradicional del electorado a culpar al Gobierno de todo lo malo en economía. Ello prueba a su vez la irrelevancia de la oposición del PP, enredado en sus conflictos internos.

En el orden autonómico, Galicia ofrece sólo dos posibilidades: repetición de la coalición PSG y BNG –con mayor o menor peso de uno u otro según sean los resultados electorales– o restablecimiento de la hegemonía del PP si éste consigue la mayoría absoluta, única forma de que la derecha alcance el gobierno a causa de su incapacidad para la política de alianzas. El impacto de estas elecciones en la política de ámbito estatal es reducido a causa de la debilidad del partido nacionalista. Una prueba más de que la verdadera eficacia de los partidos nacionalistas no consiste en apuntar a una hipotética independencia, sino en tener un mecanismo de presión en Madrid, donde dichos partidos suelen operar como grupos de presión a favor de sus respectivos territorios.

La situación es mucho más volátil en el País Vasco, y el impacto de los resultados en Madrid mucho más grande, ya que su principal partido nacionalista tiene grupo propio en el Congreso. A falta de saber a dónde irá a parar el voto abertzale radical, si el PSE fuera el más votado y el tripartito no obtuviera mayoría absoluta se abriría en Euskadi la insólita posibilidad de desalojar al PNV del poder.
Ello sería posible con una alianza entre PSE y PP, con o sin UPyD, que puede obtener uno o dos escaños en Vitoria, quizá a costa del PP. Sin embargo, esta opción tendría un impacto negativo en Madrid, donde el Gobierno depende en cierta medida del apoyo parlamentario del PNV.
Si el PSE lo desaloja de la lehendakaritza, el PNV podría pasar a la oposición en en el Congreso de los Diputados. La otra solución, la reedición de la vieja alianza entre el PSE y el PNV anterior al pacto de Lizarra-Garazi, quizá sólo pueda darse con una crisis del PNV, aunque puede que acarree la catarsis necesaria para estabilizar por fin el País Vasco.

Ramón Cotarelo es Catedrático en Ciencias Políticas

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