Del consejo editorial

Circulación y migración con el Magreb

 

ANTONIO IZQUIERDO

Contra lo que se ha dicho, los 8.000 embarcados que han huido a Lampedusa no constituyen un éxodo migratorio. Son una expresión torcida del brutal tapón migratorio que, con la connivencia europea, se impuso en Túnez y Libia. Esa erupción y sus protagonistas, ni son propiamente migrantes, ni representan el potencial de la región. Porque la migración no es un espasmo violento sino un hecho selectivo, de maduración lenta y discurrir prolongado. Un proceso social, no una explosión. Por eso, en el nuevo escenario, la Unión Europea tiene que diseñar un espacio de movilidad y migración en lugar de acorazarse, asustada como está, por las demandas de democracia y trabajo. Es urgente atender a los fugados, pero es básico no caer en el error de levantar otra empalizada para detener a los migrantes.

La teoría dice que las migraciones persistentes probablemente tengan lugar cuando se frustren las expectativas que los jóvenes han puesto en una democracia y en un sistema de producción que genere libertad y oportunidades. La esperanza que se ha manifestado con el derribo de las autocracias es la red que, por un tiempo, contendrá la presión migratoria. Pero esa presión no es sólo la del trabajador rural analfabeto sino que ahora es, sobre todo, la del joven urbano informado. Dado que la población y la educación crecen con paso más seguro y rápido que la equidad y el empleo, conviene articular una política migratoria euro-magrebí que canalice la impaciencia, amortigüe la necesidad y administre, sin arrebatos, los intereses.

Las fronteras son un instrumento para ordenar la circulación de las personas y la política de "muros contra flujos" es un indicador de envejecimiento analítico. El enfoque más realista para el desarrollo socioeconómico norteafricano requiere acordar qué lugar le corresponde a la circulación y cuál a la migración. El libre comercio no ha reducido significativamente la pobreza y el desempleo. Y la inversión de capital ha sido incapaz de satisfacer las aspiraciones de los jóvenes cualificados. Organizar un espacio migratorio salva vidas, pero además, produce admiración, confianza y desarrollo. Cuando los vecinos cambian, las relaciones también.

Antonio Izquierdo es catedrático de Sociología

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