Del consejo editorial

El barrio en ‘Gran Torino’

CARME MIRALLES-GUASCH

Una excelente película, con un gran director, además de magnífico actor. Clint Eastwood nos ofrece en Gran Torino un pedazo enorme de vida, de vida vivida. Y también nos regala, auque sea entre líneas, una profunda reflexión sobre el barrio, sobre ese trozo de ciudad en el que discurre buena parte de nuestra vida cotidiana.
El barrio de Walt Kowalski, el protagonista de la película, se ha transformado. Sus vecinos de siempre ya no vienen allí y ahora el barrio esta ocupado por asiáticos de los que él no entiende ni su idioma ni sus costumbres. Unos inmigrantes que no sólo transforman el barrio, sino que hacen patente la relación entre lo global y lo local. Aquello que ocurre en un mundo que nos parece tan alejado de nuestro entorno, aquellas decisiones internacionales de la alta política que creemos que no nos pueden afectar nunca, repercuten, tarde o temprano, en nuestra vida cotidiana.
El barrio es donde vivimos, donde saludamos a nuestros vecinos, donde nos reconocemos como ciudadanos, desde donde vemos el mundo, aunque su forma, sus habitantes, sus densidades puedan ser muy distintas. En la película es un típico barrio periférico de casas unifamiliares situado en una ciudad de la América profunda. En nuestro entorno su formalidad puede adoptar distintas tipologías, pueden ser barrios más o menos céntricos, más o menos densos y con más o menos servicios, pero en todos y en cada uno de ellos se trata de nuestro espacio vital, allí donde también viven nuestros vecinos. A la gente que saludamos por la mañana al salir de casa y por la tarde cuando regresamos, aunque en muchos casos no los conozcamos o incluso, como en la película, no los entendamos.

El barrio es también un objetivo político, y lo puede ser por omisión o por mención. Lo puede ser porque las políticas urbanas lo tengan como unidad de acción y porque quieran que esté más presente en la cotidianidad de la ciudad, con equipamientos y servicios a escala vecinal. O porque, por el contrario, la escala de las acciones políticas sobrepasa en objetivos y tamaños a estas unidades de la cotidianidad.

En la película, cuando el protagonista le advierte a su vecina que por una calle no se puede pasar, pone de manifiesto los límites del barrio, las fronteras invisibles en nuestras ciudades, entre nuestros barrios. Fronteras inexistentes en lo formal y, por lo tanto, mucho más difíciles de reconocer y a la vez mucho más peligrosas. Fronteras sociales y étnicas que en las ciudades americanas son mucho más profundas y que en las nuestras empiezan a aparecer junto al incremento del fenómeno inmigratorio y con el aumento de la precarización laboral que la crisis nos trae. Por todo esto, los ciudadanos tendríamos que tener la suficiente inteligencia colectiva como para que nuestras políticas urbanas tuvieran como objetivos prioritarios amortiguarlas. La cohesión social también tiene que ser una estrategia urbana, para hacer de las ciudades espacios de inclusión.

El barrio es una pieza urbana indiscutible que puede actuar como elemento estratégico en las políticas urbanas de la inclusión que tanto necesitan y necesitarán nuestras ciudades.

Carme Miralles-Guasch es Profesora de Geografía Urbana

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