Del consejo editorial

Los recortes llegan a las universidades

JORGE CALERO

Catedrático de Economía Aplicada

La trayectoria de la universidad española en los últimos 30 años puede describirse como una trayectoria de éxito relativo. La calidad de la investigación que se realiza en ella ha mejorado, indudablemente. Aunque con más matices, parece también que la docencia que reciben los alumnos actuales es mejor en término medio (y, sin duda, alcanza a un porcentaje mayor de la población). Esta mejora ha tenido lugar amparada por la combinación de una diversidad de reformas normativas y de un incremento de la financiación hasta mediados de la década de 2000, aunque este último fue más que moderado cuando nos comparamos con países de nuestro entorno.

Pero este proceso ha puesto a la universidad en general y a muchos de sus trabajadores en el límite de sus capacidades. Reforma tras reforma, el personal de las universidades se ha ido adaptando a nuevas demandas, siendo la última, de momento, la causada por el proceso de Bolonia. Los cambios han sido exigentes en general, pero lo han sido especialmente para el profesorado más joven: el acceso a la carrera docente e investigadora se ha endurecido y es ahora sumamente competitivo e incierto.
Partiendo de esa situación, en los últimos meses los recortes presupuestarios se han ido intensificando. Estos se están concretando en la configuración de las plantillas de los departamentos para el curso próximo: además de la amortización de plazas vacantes por jubilación, las importantes reducciones se centran en el profesorado sin contratos estables. El problema básico es que estos recortes se aplican a una estructura con muy pocos márgenes, en tanto que las mejoras de "productividad" ya se habían realizado. Los recortes generarán, necesariamente, descensos en la calidad del servicio, especialmente de la docencia, junto con un incremento de la conflictividad laboral que ya ha empezado y que perjudicará adicionalmente la calidad de la docencia de un modo que teníamos olvidado desde hacía décadas.
Aunque el servicio universitario no es un ámbito de atención urgente en tiempos de crisis, debe conocerse que la universidad española no tiene márgenes para seguir aguantando presiones adicionales sin caídas de la calidad que pueden ser muy notables.

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