Del consejo editorial

Tretas electorales

Juan Francisco Martín Seco
Economista

Como todo indica, estamos ya en campaña electoral, y hacen su aparición en escena las promesas, esas promesas que, según decía el viejo profesor, son para no cumplirlas. Se viene hablando estos días de gravar con un impuesto especial los sueldos, ciertamente obscenos, de los ejecutivos de la banca, pero ¿por qué a los de la banca y no a los de otras grandes empresas cuyos emolumentos suelen ser parecidos?, ¿y a los futbolistas?, ¿y a los artistas y profesionales?, ¿y a los que no trabajan y viven de las rentas, fabulosas, enormes rentas? No parece riguroso que haya que discriminar por profesiones, sino por capacidad económica.

En materia fiscal todo está inventado y hay que huir de las ocurrencias. Existe un impuesto sobre la renta que se puede hacer tan progresivo como se quiera, dividir la tarifa en los tramos que se desee, y colocar los tipos marginales en los niveles que se juzgue conveniente. Sólo hay que querer. El problema es que no se quiere. El camino emprendido en el pasado tanto por el PP como por el PSOE ha ido en sentido contrario. Por eso ese discurso aparece ahora como oportunista y falaz.
Comienza a escucharse una perorata un tanto estrafalaria: ahora se pueden adoptar medidas que antes no se podían plantear. El ahora se entiende después de las elecciones, porque por el momento continuamos con la misma política. Todo consiste en escudarse detrás de Grecia y de la Unión Monetaria. Aun aceptando que el ajuste fuese conveniente
–que no lo era, y en el futuro se verán más claras sus consecuencias–, nadie obligaba a hacerlo de forma tan regresiva. Nada impedía acometer lo que ahora se anuncia y mucho más. En lugar de congelar las pensiones y otras lindezas, se podía haber reformado el impuesto sobre la renta para retornar a una tarifa más progresiva, y englobar de nuevo en ella las rentas de capital, o modificar el impuesto de sociedades no sólo para los bancos sino para todas las empresas que obtienen resultados positivos (este gravamen nunca incide sobre las pérdidas, sólo sobre los beneficios), y qué decir de ese tributo sobre las grandes fortunas. Habrá que recordar que el impuesto de patrimonio se eliminó con anterioridad a cualquier presión de la Unión Europea.

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