Del consejo editorial

Estado palestino, sí

 

CARMEN MAGALLÓN

Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz

La causa palestina ha vuelto a la escena internacional, al más alto nivel. Cuando han transcurrido más de 60 años de la enajenación de su territorio e innumerables rondas de negociaciones bilaterales sin resultado, Mahmud Abbas ha hecho bien en dirigirse al Consejo de Seguridad de la ONU, foro máximo de la toma de decisiones a nivel internacional, y solicitar su admisión como Estado miembro.
No pide nada que no les fuera prometido antes, ni a lo que no tengan derecho: pide que se reconozca a Palestina como Estado, junto al Estado de Israel. Un Estado con las fronteras de 1967 y Jerusalén este por capital. Manteniendo una posición que Hamás no apoya, Abbas ha dicho que su posición no es contra Israel, sino contra sus políticas expansionistas de construcción de nuevos asentamientos, que van ahogándoles cada vez más. Una posición que, por justicia, la comunidad internacional habría de respaldar.
El pueblo palestino tiene derecho y necesita el respaldo que concede un Estado para recuperar la dignidad y su territorio y para frenar las agresiones que sufre. Al pensar en la justicia de esta reclamación, me vienen a la mente las reflexiones de la filósofa Hannah Arendt, cuya condición de judía no le impidió criticar actuaciones de Israel desde la lucidez de alguien que rechaza repetir la historia propia en cabeza ajena. Pues bien, Arendt escribió cómo la historia muestra que a menudo lo que ha impedido el disfrute de los derechos a un ser humano ha sido la carencia de una comunidad de referencia, la privación de una nación soberana en la que poder vivir como ciudadano el derecho a la diferencia frente a los otros pueblos. Algo que, según ella, sabían muy bien los refugiados y los apátridas. Algo que los palestinos llevan años viviendo en su propia piel.
Estados Unidos ha anunciado que, en la votación del Consejo de Seguridad, vetará la admisión de Palestina como Estado miembro. Pero queda la Asamblea General, en la que Palestina podría obtener suficientes votos para adquirir un estatus de Estado observador, similar al Vaticano, que, sin ser el que merece, supone cierto avance. Llegado el caso, esperemos que España, si realmente quiere representar el sentir de la ciudadanía, vote sí a un Estado palestino.

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