Del consejo editorial

Favelas convertidas en ciudad

Carme Miralles-Guasch
Profesora de Geografía Urbana

Hace unos días, todos los periódicos del mundo se hicieron eco de la pacificación de una de las favelas más grandes y más peligrosas de Río de Janeiro, la Rocinha. El programa de expulsión de los narcos de las favelas, que controlaban y procuraban en cierta medida algunos servicios a sus moradores –aunque con costes sociales muy altos–, se inició hace dos años y en este tiempo se han recuperado un total de 19 favelas. La pacificación no acaba cuando la Policía expulsa a los narcos y se establece en ellas de forma permanente. Esto sólo es un primer paso que demuestra que cuando hay voluntad política es posible resolver problemas que parecían insalvables. Sin embargo, la política con mayúsculas empieza justo el día después de que los medios de comunicación retransmitan la noticia.

Las favelas son barrios autoconstruidos, localizados en las partes altas de la ciudad, de difícil acceso, donde vive la población más humilde y vulnerable y donde el Estado, hasta ahora, tenía una presencia mínima. Su recuperación implica programas sociales, educativos, de empleo y también de recuperación urbana. En este contexto es interesante la redefinición de la accesibilidad entre los barrios de clases medias ubicados en el llano o las gentes del asfalto (como les llaman los favelados) y los morros. Pues tener mayor accesibilidad significa más oportunidades de trabajo, de estudio y de ocio.
En 2010 se inauguró el primer teleférico para unir el Complexo do Alemão, donde viven unas 350.000 personas, con la ciudad baja; y en 2009 el ascensor que permite conectar otra favela con la estación de metro de Ipanema. Estas dos actuaciones ahorran a los habitantes pobres de las zonas altas tener que subir o bajar unos 400 escalones, a la vez que les hace partícipes del resto de la ciudad, con la conexión directa a las líneas de metro. Pero también ofrecen al visitante y al morador unas vistas espléndidas de la ciudad, por lo que el lugar se le denomina Mirante de la Paz.
En un mural del Morador está escrito: "Comunidad, dignidad, ciudad". Y eso es lo que aportan estas actuaciones; la favela se convierte en un barrio digno y forma ya parte de la ciudad.

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